Don Orione es recordado como "hombre de oración" no menos que como "hombre de caridad activa", sobre todo por quienes han vivido más cerca de él.
.Es fácil detenerse a presentar el "activismo" de Don Orione. Todas sus jornadas eran plenas, fatigosas, sacrificadas, ricas de bien y de cruces. Eran un "fatigarse de un Ave María a otro". (22) Con todo, la jornada de Don Orione se presentaba, al mismo tiempo, como una incesante oración, una constante elevación a Dios, corazón a corazón. Los testimonios lo recuerdan centrado en Dios: esto era el motor de tanto dinamismo exterior. Era su secreto.¿Cuál es el gran secreto para tener éxito en las obras de apostolado, para obtener resultados satisfactorios en nuestro trabajo, en el campo de la caridad cristiana? Este secreto es la unión con Dios, vivir con Dios, en Dios, unidos a Dios, tener siempre el espíritu elevado a Dios. En otras palabras es la oración intensa. Todo aquello que se hace se transforma así en oro, porque todo se hace por la gloria de Dios y todo se transforma en oración".
Muchos interrogantes difíciles de responder, pero es posible con testimonios y palabras del mismo Don Orione. Nos dan indicaciones útiles, para el hombre de hoy, que busca tiempos y formas de oración que lo sostengan y protejan "tendido hacia Dios" en los ritmos apremiantes y dispersivos de la vida moderna.
Don Orione era solícito, aún en medio de tanto trabajo, para unirse a las prácticas de piedad de la vida comunitaria, junto a sus cohermanos. "También cuando se retiraba tarde por la noche - cosa habitual - siempre era el primero que se encontraba en la Capilla por la mañana. Las oraciones que no podía hacer en comunidad, las recitaba cuando viajaba con quien lo acompañaba. Cuántas veces, regresando de Milán o de Génova, hemos recitado juntos el rosario, las oraciones de la noche, etc; y después decía: 'Ahora hemos cumplido nuestro deber'. Callaba y se recogía para continuar rezando mentalmente. Decía alguna vez: 'No te escandalices si raramente me ves ir a la Capilla para rezar... ¡ves cuánto trabajo tengo! ¿Sabes?, con frecuencia mando allí a mi Ángel Custodio para saludar a Jesús". (24)
Era fidelísimo a la meditación, prefiriendo abreviar su poco sueño antes que faltar por la mañana a la oración y a la meditación, sabiendo bien que el gran trabajo de la jornada le habría impedido encontrar otros momentos tranquilos y reservados para dedicar al Señor. (25
Recuerda Don A. Perduca - Don Orione usaba y enseñaba tres modos de oración: mental, vocal y vital. Cuando estaba en Tortona, él mismo leía y comentaba admirablemente la meditación en la capilla. Recomendaba hacerla especialmente por la mañana, porque estábamos más recogidos... 'Para meditar bien - decía - es necesaria la presencia de nuestra alma, esto es, establecer bien el silencio en nosotros, sea exterior como interior, y luego la presencia de Dios' ". (26) "Una de las recomendaciones a las que recurre más frecuentemente en los escritos a sus religiosos, se refiere precisamente a la necesidad de atender con empeño a la meditación". (27)
"Es en la mañana, antes de cualquier distracción y comunicación con los hombres, que se necesita rezar y escuchar a Dios. La primera hora ¡toda a Dios! Entonces Dios habla, Dios ara las almas, Dios trabaja en nosotros, Dios plasma nuestro espíritu: Dios vivifica, Dios esclarece, y el resplandor de Dios está sobre nosotros; en la meditación sentimos el toque de Dios". (28)
Enseñaba
aquello que él experimentaba. Así lo recuerda Don A. De Paoli. "Por la
mañana rezaba largamente, profundamente absorto, y daba la impresión de una
abeja que se arroja sobre la flor para recoger el néctar. Él aparecía, ni más
ni menos, inmerso en su Dios para extraer fuerza y luz en las arduas tareas
cotidianas. Durante la jornada, que estaba siempre saturada de trabajo, de
cruces, de dificultades, se lo veía calmo y sereno porque su corazón estaba
lleno de Dios. A los golpes que le llegaban de cualquier parte, invariablemente
exclamaba: Mi Jesús, cuán bueno eres.(29)
22. Cfr. Lettere I, p. 168.
24. Testimonio de Don G. Zambarbieri, Ex processu, p. 714-716.
Ex processu, p. 22, y de Don G. Zambarbieri, p. 715.
26. "Acostumbraba a repetir que con la oración lo podremos todo, sin la oración nada podremos": testimonio de Don A. Perduca, Ex processu, p. 72.
27. Testimonio de Don E. Sciaccaluga, Ex processu, p. 235-236.
Lettere I, p. 445-459.
29. Ex processu, p. 318-319.