Don Orione no permitia que se hablara de "Obra Don Orione", ya que para la practicidad comenzó a decirse en algunos lugares. Como en Voghera, por ejemplo. Rápidamente intervino el 23 de octubre de 1938: "Lo que se ha hecho, no es mi obra, no de los sacerdotes que me ayudan, sino que es obra de la Divina Providencia. No existe tal cosa como "Opera Don Orione", pero está la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Es la mano del Señor, la mano omnipotente de la Divina Providencia que, desde los primeros días, vino a nosotros, nos guió e hizo florecer las grandes obras del Señor en nuestros pasos" (Palabra IX, 405).
La visión de la Providencia, además de expresar la fe y el sentido de lo sobrenatural en la vida, en Don Orione asume también una connotación carismática. Él no ha dudado en encuadrar su misión en el seno mismo de la misteriosa acción providente de Dios, llamando a su fundación “Pequeña Obra de la Divina Providencia”.
Don Orione fue un modelo de abandono y de fe en la
Providencia; y eso constituye una de las principales directivas ascéticas,
además de un legítimo y filial consuelo, para cuantos prolongan su inspiración
carismática: somos llamados a atestiguar la presencia y la obra de la
Providencia de Dios, ya sea con nuestra actitud interior como con el apostolado
externo de la caridad.
El nombre de la “Divina Providencia” siempre le fue
muy querido a Don Orione, tanto que firmó ordinariamente sus escritos “Sac.
Luis Orione de la Divina Providencia”. ¿Cómo explicar esta actitud de abandono
filial en la Providencia por parte del Padre Fundador? Indudablemente la marcha
de su vida, especialmente en los orígenes, la incertidumbre y la aparente falla
de algunos caminos emprendidos, como el camino vocacional con los Franciscanos
y Salesianos, debieron inducirlo a reconocer en sus pasos no solamente poco
fáciles sino también insólitos, la guía de aquella Providencia que lo quería y
hacía “fundador” por encima de sus planes y sus deseos. “Cuando es la
Providencia la que hace, cuando se ve que es la Virgen misma la que hace y que
nosotros no somos otra cosa que ‘chapuceros’, ¿qué quieren decir? Digitus Dei
est hic! Nosotros somos estropajos (stracci) en las manos del Señor, de la
Divina Providencia... nosotros somos estropajos “stracci) en las manos de la
Iglesia, a cuyo servicio nosotros únicamente estamos, con devoción plena y
perpetua... Se los dije tantas veces que nosotros somos estropajos (stracci) de
Dios y de la Virgen, y la gracia y fortuna es toda nuestra, si Ellos se sirven
de nuestras miserias para hacer algo de bien en la Santa Iglesia”.
Por esta profunda confianza en la Divina Providencia,
Don Orione supo descubrir su historia personal, la de los demás, la de la
Iglesia y de la humanidad, como el fruto del amor divino, y se dejó plasmar
como instrumento en las manos de la Divina Providencia para volverse a su vez
providencia para los hermanos. Supo leer la vida como historia de salvación. Ha
sabido ver la mano de Dios, también en el mal y en el sufrimiento: “... la mano
de Dios conduce todas las cosas. Alguno de ustedes dirá: ¿También los males?
Sí, también los males morales. ¿También el pecado? Sí, también el pecado. No el
mal moral de por sí, sino porque nos hace sentir que todos somos débiles, que
debemos arrojar la frente en el polvo, que no somos nada frente al Señor, que
no debemos hacer otra cosa que invocar la ayuda de Dios, el consuelo, la luz,
la gracia, la misericordia de Dios”.