Luis ya no puede seguir en la Catedral con los chicos, el obispo le retiro el permiso, ¿Dónde llevar a tantos niños para sacarlos de los peligros de la calle? entonces busca una casa, la consigue pero y el dinero? aquí la historia - De acuerdo en todo: -dice el señor Stassano, no muy convencido- Pero ¿y el pago? ¿Cómo se hará? Vea, pongámoslo así: si en una semana me trae 400 liras de alquiler, le cedo el edificio por
un año. . . Luis no cabe en sí de gozo: ya ve en su
imaginación el internado, los chicos llenándolo de bullicio y alegría; y con el
corazón ligero, se encamina hacia la catedral. Está cruzando el puente sobre el
torrente del Ossona, cuando una voz le saluda familiarmente:
- ¿Qué anda haciendo por estos lugares?
Se trata de Angelina Poggi, una afable ancianita,
conocida suya.
- ¡Abro un colegio, un internado! Aquí en el barrio,
en lo de Stassano.
- ¿Tomaría a mi sobrino?
- ¡Claro que sí, señora!
- Si le doy 400 liras ¿por cuánto tiempo me lo tiene
de interno?
- ¡Pues, por toda la escuela secundaria! -exclama
Luis-.
- Entonces... venga conmigo -dice la anciana-; y lo
lleva a su casa, de un oculto rincón extrae todos sus pobres ahorros, y se los
entrega . - Son 400 liras, ¿de veras alcanzarán?
Es el día de la Virgen, 15 de septiembre de 1893.
Desbordante de gozo y gratitud, Luis lleva el dinero al asombrado Sr. Stassano,
y regresa presurosamente a la catedral.
Pero llegado allí, se entera de que el Obispo lo ha
mandado llamar varias veces:
- Lo he pensado mejor y te retiro mi autorización para
abrir un internado. Seguramente me traerías problemas y deudas. - Es que...
Monseñor, ya he pagado el alquiler de un año... -dice humilde y tristemente el
pobre Orione-; y cobrando ánimos poco a poco, narra lo acontecido en esas pocas
horas. Tranquilizado, Mons. Bandi le dice: - Siendo así, te devuelvo mi
bendición.
Para el 15 de octubre, sólo un mes después, hay ya
cuarenta niños en la casa "San Luis", en el barrio de San Bernardino,
de Tortona. Algunos querían seguir los estudios sacerdotales, pero no tenían
dinero para pagarse el seminario: ahora es la Divina Providencia la que se hará
cargo de todo. Es una familia, llena de alegría, de vida, de armonía.
Un buen día se ven pasar por las calles de la ciudad a todos esos jóvenes, llevando procesionalmente una estatua de la Virgen de los Dolores. Es un regalo que le han hecho a Don Orione. La imagen tiene una espada clavada en el corazón: los niños se la quitan. - Es que no queremos que sufra más -dicen- nosotros le daremos
consolaciones. Así, la Virgen de los Dolores se
trasforma en la Virgen de la Divina Providencia, la patrona y protectora de la
naciente Obra.