El 27 de febrero de 1899, Monseñor Bandi condenó, en rigurosa circular diocesana dirigida al clero y a los fieles, al diario "Fascio democrático", denunciándolo por "el daño inmenso a las costumbres", la "sucia desvergüenza... la inmoralidad, la perversa indecencia, la impudicia..." y definiéndolo como "impío, inmoral, satánico, fraudulento y mentiroso".
El director Castellano y el redactor Faagiuoli, a su vez, denunciaron al Obispo por difamación, citándolo ante los tribunales locales (Tortona era subprefectura).
El proceso debía realizarse el 7 de julio y el imputado tenía que comparecer en la sala.
Uno de los peligros era el público: si la sala se colmaba de facciosos, de adversarios del Obispo y de la Iglesia, las declaraciones de Monseñor podrían ser sepultadas y alteradas por la gritería y los alaridos. Ello influiría sobre el proceso en forma no muy agradable. Situación ambigua que podía tornarse perniciosa: un Obispo, "el Obispo", porque Monseñor Bandi era "el Obispo" por antonomasia, el que luchaba con desesperación contra todas las novedades antieclesiásticas, como un campeón de otros siglos..., silbarlo, vituperarlo, escarnecerlo... También era, cabalmente, una de esas situaciones que excitaban a Don Orione, que en la noche de la antevíspera no durmió. En la oscuridad de la habitación imaginaba la futura gritería, toda la escena de los tribunales.
El día anterior se levantó temprano, en el "Santa Clara"; contó y volvió a contar sus huestes: todos los "fafiuché" de todas las edades, cursos de estudio... unos cien.
Entonces habló desde sus invisibles pirámides: "Mañana, alerta hijos míos; mañana, gran fiesta...". Luego, de pronto: encontró la solución ¿como ? llevando a sus “fafiuché” a llenar la sala del juzgado, en detalle se los transmitiré el 7 de junio.