<<Tortona, 1902. Jesús y las Almas. Mi buen Padre: estoy leyendo la vida de su beato padre san Antonio Zaccaría, escrita por Francisco
Moltedo, que también es barnabita. Siento que se me enciende en el corazón un
gran amor por éste su querido padre, que murió tan joven y en cambio ha hecho
tanto bien y ha sembrado tanto amor de Dios en las almas. Me gustaría, si fuese
posible, tener las reglas del santo, no las glosas o las constituciones adjuntas, que
pueden haberse hecho después, sino las reglas primitivas. Si a usted, mi buen Padre, no le fuese posible hacerme esta gran caridad, ¿quisiera al menos, pedirlas
para mí a algún superior, y conseguírmelas? Yo no pretendo servirme de ellas nada más que para mí provecho espiritual y de los míos y para conocer mejor a vuestro santo padre.
Y además otra cosa: se me han quejado de que no hago nunca las reglas, y yo no sé cómo hacer: usted, buen Padre, ¿me podría ayudar? Quisiera vivir según el santo Evangelio, de una caridad grande, que no tenga límites y con una misericordia grande hacia todos, también sin límites: quisiera amar dulcemente y morir de amor
especialmente por lo pequeños y por los pobres y por todos los afligidos de cualquier mal y dolor. Algo que abrazase el cielo y la tierra, no una clase de gentes
como hago ahora, sino que llegue a toda su vida interior y a la perfección de esta
vida. Es algo que siento, aunque no sé explicarlo. Los obispos quieren normas fijas de leyes: usted Padre, ayúdeme a hacer una ley que sea grande como la santa caridad, porque es esto lo que yo no sé hacer y es mi gran dificultad. Cuide, querido Padre, que sea una cosa que no tenga nada de humano y sea todo suave y grande caridad sin límites: que sea espíritu de Jesús, sólo, sólo, y Evangelio, para alcanzar al mundo que huye.
Buen Padre, ayúdeme un poco usted: me parece que el Señor lo ha puesto en mi
camino para que usted me pueda llevar de la mano, como se lleva a un niño. Yo
rezaré y haré rezar mucho. Usted conoce el pueblo y sus necesidades, conoce los pobres de toda condición, los pobres, los pequeños de los talleres y de los campos, que casi son pobres esclavos, y a Jesús, que llora por ellos; en medio de estos quisiera repartir mucho amor...; el Señor lloró por la esclavitud de los hebreos en Egipto. Hágame el favor por el amor de Dios y de los pequeños y de los pobres de Dios. Pequeñas reglas y pocas, pocas; pero toda caridad de Jesús y del prójimo y, adaptadas a los hombres, por la experiencia que usted tiene de la vida... No me diga que no, que el Señor le dará la recompensa, sólo él sabe recompensar lo que usted haga. También su beato padre (Fundador) veo que se dirigió a un religioso dominico para que le hiciese algún esbozo: yo tengo necesidad no sólo de un esbozo, sino de toda su caridad.
Y le saludo y le abrazo encarecidamente en el amor de Dios. Usted perdóneme
tanta libertad, y que todo sea por Nuestro Señor. Amén, Amén.
Su pobre servidor y afectísimo hermano en Jesús, Don Orione.
Que sean (reglas) dulces, llenas de amor que conduzcan a mis hermanos a
observarlas, con la dulzura de la suavísima caridad de Nuestro Señor Jesús>>.