1) De la catequesis del Papa Francisco (Audiencia General, 24/03/2021)
Cristo es el Mediador, el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2674). Es el único Redentor: no hay co-redentores con Cristo. Es el Mediador por excelencia, es el Mediador. Cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados (cf. Hch 4,12). Jesucristo: el único Mediador entre Dios y los hombres.
De la única mediación de Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción, en primer lugar a la Virgen María, la Madre de Jesús.
Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús. Las Iglesias de Oriente la han representado a menudo como la Odighitria, aquella que “indica el camino”, es decir el Hijo Jesucristo. Me viene a la mente ese bonito cuadro antiguo de la Odighitria en la catedral de Bari, sencillo: la Virgen que muestra a Jesús, desnudo. Después le pusieron una camisa para cubrir esa desnudez, pero la verdad es que Jesús está retratado desnudo, para indicar que él, hombre nacido de María, es el Mediador. Y ella señala al Mediador: ella es la Odighitria. En la iconografía cristiana su presencia está en todas partes, y a veces con gran protagonismo, pero siempre en relación al Hijo y en función de Él. Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él (cf. CCE, 2674). Hasta el punto que podemos decir que es más discípula que Madre. Esa indicación, en las bodas de Caná: María dice “haced lo que Él os diga”. Siempre señala a Cristo; es la primera discípula.
Este es el rol que María ha ocupado durante toda su vida terrena y que conserva para siempre: ser humilde sierva del Señor, nada más. A un cierto punto, en los Evangelios, ella parece casi desaparecer; pero vuelve en los momentos cruciales, como en Caná, cuando el Hijo, gracias a su intervención atenta, realizó la primera
“señal” (cf. Jn 2,1-12), y después en el Gólgota, a los pies de la cruz
2) De los escritos de Don Orione[1]
La Pequeña Congregación quedó consolidada en 1905: María Santísima “única y celeste fundadora” He aquí unos apuntes para la hoja de la Obra que nos hacen intuir las profundas conexiones que lo unían a la celeste Fundadora.
Aquí Don trotamundos hace dos charlas confidenciales con los amigos.
Dirán que los hice suspirar a diario con las relativas noticias sobre las barracas de la Divina Providencia… Por caridad, no me hablen de deudas. ¡Pobres en ésto les doy la razón! ¡Tienen razón! Pero ustedes todavía no conocen bien mi gran secreto. Si supieran mi secreto, no hablarían más así.
No se distraigan por ahora: Son deudas y deudas y bocas innumerables para mantener; pero seguimos adelante a la buena, sin tantos cálculos humanos: Don trotamundos es sacerdote, ¿entienden?!!. Y los sacerdotes van adelante con la Fe, con la Fe en el Señor.
Afuera los cálculos de Egipto: afuera el papel y la pluma. No estamos en la hostería de la Luna Llena con Renzo del Manzoni! Cuando es la Providencia que realiza, cuando se ve, que es la Virgen misma que obra y que nosotros no somos más que chapuceros ¿qué quiere decir? ¡EL DEDO DE DIOS ESTÁ AQUÍ! Y dejen un poco libre a este bendito dedo de Dios, termínenla de una vez! Es necesario que no se le ate…
3) Oración de los Fieles:
María Te sentimos lejana de nosotros, porque somos demasiado distintos de Ti. Y sin embargo te sentimos también cercana: tu vida nos atrae: es un llamamiento a nuestra conciencia.
Ruega por nosotros, María
Virgen libre y disponible, vuélvenos libres y disponibles, puros de corazón y pobres en el espíritu para que podamos acoger la Palabra de Dios, de Verdad, toda la Verdad, aún aquella que nos da miedo.
Ruega por nosotros, María
Virgen “responsable”, vuélvenos responsables de las consecuencias de nuestras opciones hechas no según el criterio de nuestro propio querer, de nuestra propia comodidad, sino según el llamado de un amor gratuito. Ruega por nosotros, María.