Hace unos años el Papa Francisco pidió a los fieles que mientras caminen “sintámonos en
comunión con tantos de nuestros hermanos y hermanas que no tienen la
libertad para expresar su fe en el Señor Jesús. Sintámonos unidos a
ellos: cantemos con ellos, alabemos con ellos, adoremos con ellos. Y
veneremos en nuestro corazón a aquellos hermanos y hermanas a los que le
fue requerido el sacrificio de la vida por fidelidad a Cristo: que su
sangre, unida a aquella del Señor, sea prenda de paz y de reconciliación
para el mundo entero”.
Nos disgregamos “cuando no somos dóciles a la Palabra del Señor,
cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando competimos para
ocupar los primeros puestos, cuando no encontramos la valentía de
testimoniar la caridad, cuando no somos capaces de ofrecer esperanza”. Y
así, el Pontífice ha asegurado que la Eucaristía nos permite no
disgregarnos, “porque es vínculo de comunión, es cumplimiento de la
Alianza, signo viviente del amor de Cristo que se ha humillado e
inmolado para que nosotros permaneciéramos unidos”. Igualmente ha
afirmado que participando en la Eucaristía y nutriéndonos de ella,
“estamos dentro de un camino que no admite divisiones”.
Durante la homilía el Santo Padre recordó que en la última cena,
Jesús dona su Cuerpo y su Sangre mediante el pan y el vino, para
dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito. Y con este
“estímulo” lleno de gracia, los discípulos tienen todo lo necesario para
su camino a lo largo de la historia, para extender a todos el reino de
Dios. “La luz y la fuerza será para ellos el don que Jesús hizo de sí,
inmolándose voluntariamente en la cruz”, señaló el Papa y añadió “Y este
Pan de vida llegó hasta nosotros. Este “estupor” de la Iglesia frente a
esta realidad, no termina nunca. Y es un “estupor” que alimenta siempre
la contemplación, la adoración, la memoria.
El Pontífice recordó que la Sangre de Cristo nos liberará de nuestros
pecados y nos restituirá nuestra dignidad. “Sin nuestro mérito, con
humildad sincera, podremos llevar a nuestros hermanos el amor de nuestro
Señor y Salvador”. Así, la Eucaristía “actualiza la Alianza que nos
santifica, nos purifica y nos une en comunión admirable con Dios”.
HIMNO
A JESÚS SACRAMENTADO
POR SANTO TOMÁS DE AQUINO
(Adoro te devote)
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente
bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al
contemplarte.
Al juzgar de Ti, se
equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con
firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que
esta palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde
también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel
ladrón arrepentido.
No veo las llagas como
las vio Tomas pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en
Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan
vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre
saboree tu dulzura.
Señor Jesús, bondadoso
Pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota
puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que
tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu
gloria. Amén.
Se festeja la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus
Christi), conmemorando la institución de la Eucaristía que Jesús realizó en la
Última Cena y que constituye el centro de la liturgia y del culto de la Iglesia
católica.
El Jueves Santo, que fue su día propio, es una fiesta
incompleta debido a la misma naturaleza de la Semana Santa en la que prevalece
el recuerdo de la Pasión y Muerte del Señor.
En esta fiesta del
Corpus Christi, en cambio, la Iglesia la celebra con solemnidad y pompa. A la
misa se agrega una procesión pública con el Santísimo Sacramento, presidida por
los obispos en las catedrales y por las máximas autoridades eclesiásticas en
cada lugar.