El 16 de julio de 1900, en las puertas del Santuario de
la Santísima Cruz de los Milagros de Corrientes, la Imagen Taumaturga de la
Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, traída en barco desde su
trono en una marcha cargada de hondo sentimiento, fue solemnemente coronada por
el Obispo de Paraná Monseñor Rosendo de la Lastra y Gorillo, ante los Obispos
del país, de Paraguay y Uruguay. El Presidente de la República, Gral. Julio
Argentino Roca, de puño y letra, envió una misiva; asistieron o enviaron
representaciones mandatarios provinciales. Apadrinó el acto el Gobernador de
Corrientes y fue Madrina Da. Josefina Hardoy de Gallino, Presidenta de la
Comisión Central de Damas.
La corona impuesta sobre las sienes de la Imagen de la
Virgen, había sido concebida por Forment Maurice como una exquisita joya al
estilo de las coronas imperiales del Renacimiento, en oro, con incrustaciones,
en sus engarces, de amatistas y topacios de gran tamaño, y dibujos
afiligranados de artística expresión.
Al momento solemne de la Coronación, ante una multitud
que llenaba el atrio del Santuario, la plaza adyacente y la manzana siguiente,
sonaron cañonazos en el puerto de la ciudad, bombas de estruendo, se soltaron
palomas y repicaron jubilosamente todas las campanas de las Iglesias de la
ciudad de Corrientes, en el preciso momento en que el Obispo de la Lastra y
Gordillo, a nombre de S.S. León XIII, colocaba sobre las sientes de la Virgen,
la corona ante el llanto incontenible de la muchedumbre emocionada asistente al
acto. Después sobrevinieron los festejos que siguieron por varios días y no
concluyeron sino hasta el retorno final de la Imagen de la Virgen a su trono
del Santuario de Itatí, terminando así el suceso más notable y conmovedor de
una época.
El 16 de julio de 1900, la imagen de la Virgen de
Itatí fue solemnemente coronada por voluntad el Papa León XIII. Fue entronizada
con el nombre de Reina del Paraná y reina del Amor. El 3 de febrero de 1910, el
Papa Pío X creó la Diócesis de Corrientes, y el 23 de Abril de 1918, la Virgen
de Itatí, fue proclamada Patrona y Protectora de la misma. Su fiesta se celebra
el 9 de Julio.
El Santuario de Itatí, a orillas del Alto Paraná y a
70 kilómetros de la ciudad de Corrientes, en la República Argentina, es uno de
los más importantes de América. Cada año alrededor de 2 millones y medio de
fieles, no sólo de Argentina, sino también de otros países sudamericanos, se
dirigen a la gigantesca Basílica a dar testimonio de su devoción y amor por
Nuestras Señora de Itatí.
CORONA DE NUESTRA SRA, ROBO Y RECONSTRUCCIÓN
El historiador correntino Miguel Fernando Gonzalez Azcoaga señala que
la autentica corona de Nuestra Señora de Itatí, fue hecha por el orfebre
francés Fromen Maurice en París. Con el óbolo piadoso en metales y piedras
preciosas que el pueblo correntino envió a través del Obispo de la Lastra y
Gordillo.
Esta es la corona auténtica,
la que la Virgen luce en ocasiones especiales. La bendijo en el Vaticano el
Papa León XIII el 16 de Julio de 1899, un año antes de la Coronación en
Corrientes.
Fue robada y desarmada entre
1902-03 y reconstruida con todas las piezas para ser repuesta en 1908 en el
acto de la re-coronación.
Fromen Maurice era el orfebre
que hizo al menos parte de la vajilla de plata del Rey Alfonso XII de España,
piezas que se exhiben en el Palacio de Oriente de Madrid. El terrible
sacrilegio que hasta hoy permanece en medio de misterios aún no develados,
ocurrió entre la noche del 27 y la madrugada del 28 de noviembre de 1902,
cuando manos anónimas hurtaron de la cabeza de la imagen de Nuestra Señora de
Itatí la valiosa corona que su pueblo, su gobierno y su clero le habían
ofrendado y colocado como símbolo de amor filial y sumisión.
En la mañana del 28 de ese
año, el sacristán Gabriel López abrió las puertas de la iglesia, tal como era
su costumbre diaria, y descubrió con espanto que a la sagrada imagen que estaba
en su pedestal le faltaba su corona; la noticia sacudió a todo Corrientes y a
la zona. Los medios de prensa existentes en esa época se hicieron eco del
impactante suceso, sin percibir la gravedad del caso, donde el escándalo y la
calumnia aparecieron en escena, como un virus que sufrió el clero y el gobierno
de Corrientes en los próximos seis años.
Los medios de prensa estaban dividido
entre los que atacaban al obispo de Paraná, Monseñor Rosendo Lastra y Gordillo,
acusándolo directamente que él o los ladrones que envió eran buenos conocedores
de joyas, ya que se habían interesado en llevar únicamente la corona muy
valiosa. Otros aludían a connotaciones políticas, acusando al gobierno de José
Rafael Gómez, tras el cual, según se dijo, estaba la figura acosada de Juan
Esteban Martínez. Otra figura atacada constantemente desde el principio fue la
de Fray Ludovico Bertacagni, cura párroco del Santuario, quien fue apresado por
orden gubernamental y enviado a la capital correntina.
Aparecen fragmentos
Cuando corrían los primeros
meses de 1903, de manera misteriosa e inexplicable se hallaron algunos restos
de la corona. Esta fue la primera y principal prueba de que la misma había sido
desarmada totalmente. Esto ocurrió en las proximidades de la ribera del río
Paraná y a raíz de algunas investigaciones realizadas por la Policía Federal se
logró detectar y rescatar en algunas casas cercanas, más restos de la corona.
En un baldío del pueblo y gracias a la velocidad de la actuación del juez
Vallejos, se logró encontrar el armazón principal de la corona. En marzo de
1905, el sacristán López halló otra parte de la corona, cerca del río. El padre
Brunel Pruyas, tiempo después, dijo que “las partes estaban enteras pero
abolladas”, rectificando lo dicho por el sacristán, quien aseguró que los
restos estaban fragmentados, envueltos en una arpillera y colocados en el hueco
de una roca. Los hallazgos fragmentados de los distintos restos de la corona
comenzaron a sucederse desde 1903.
En otra ocasión, una persona
que esperaba la llegada del vapor, recostado en un derruido techo de paja a
orillas del río, observó que allí brillaba en forma intensa un objeto, y armado
con un palo, llegó al mismo y de un golpe lo hizo caer. Para su asombro, cayó a
sus pies la última estrella de oro faltante para la reconstrucción de la
corona.
Otro hecho similar ocurrió
días más tarde, como si los ladrones se empeñasen en devolver lo robado al ver
el escándalo que había estallado. Ya con las doce estrellas de la corona, solo
faltaba encontrar la diminuta cruz.
Siempre a orillas del río, una sirvienta de
la familia Vallejos, de origen negro, se encontraba lavando ropas cuando
observó sorpresivamente brillar entre las piedras un diminuto objeto. Curiosa
por ver lo que era, lo tomó y descubrió con asombro que era la pequeña cruz
faltante de la corona. Le comunicó la novedad al juez Vallejos, quien se lo
hizo saber al clero del Santuario para que, en procesión solemne y en medio de
un gran repique de campanas, se anunciase que se recuperó el último trozo
perdido de la valiosa joya renacentista. Juntadas todas las partes
fragmentadas, las autoridades dispusieron su envío a París para su
reconstrucción por el mismo orfebre que la había fabricado y a la vez se haga
un peritaje para determinar su autenticidad. Todo resultó favorable y se
comprobó que la corona era la original y auténtica y ante el alborozo de toda
la feligresía, volvió a la testa de nuestra Madre de Itatí, donde se mantiene
incólume hasta nuestros días. Nunca se supo, al menos oficialmente, quién o
quiénes fueron los autores de este sacrílego robo, que tuvo un final feliz.
ORACIÓN
Tiernísima Madre de Dios y de los hombres, que bajo la
advocación de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, miraste
con ojos de misericordia por más de tres siglos a todos los que te han
invocado. Atiende nuestras necesidades que tu mejor que yo las conoces.
Concédenos un gran amor a tu divino Hijo Jesús y un corazón puro, humilde y
prudente, paciencia en la vida, fortaleza en las tentaciones y consuelo en la
muerte. Amén