Se cumplieron mas de cien años de la publicación de este
escrito de Don Orione, una respuesta a los desafíos que provocaba el movimiento
poblacional del campo a las ciudades y las condiciones laborales y sociales de
principios del siglo veinte. Un texto que tiene la particularidad de estar
dirigido a las “arroceras”, mujeres campesinas que trabajaban duramente en los
sembradíos de arroz. iberar de un modo pleno todas sus potencialidades: “Los
patrones no son siempre explotadores, ni son los únicos; los patrones, son como
todos: algunos malos, otros buenos; explotadores indignos son también y siempre
quienes, por sus negocios deshonestos abusan pérfidamente de ustedes, los que
les ofrecen un pan pero les envenenan el alma, los que predican el odio y
quitan la fe, que es el gran consuelo de la vida presente y base de la vida
futura. Trabajadores y trabajadoras de los arrozales... no confíen en quienes
no tienen religión; quienes no tienen religión, no tienen conciencia: ¡no
confíen jamás en ellos! ¡Hermanos! ¡Con la bendición de Dios y de la Iglesia,
trabajaremos por ustedes, y triunfaremos con ustedes!”.
Identidad orionita
Nuestro Fundador quiso que el compromiso por quitar
las causas de la explotación y la exclusión humana caracterizara a su familia
religiosa y laical.
Mientras se abría el Pequeño Cottolengo de Avellaneda
en mayo de 1935, él mismo escribía: “La Pequeña Obra de la Divina Providencia
es una humilde Congregación religiosa [...] nacida para los pobres, y para
alcanzar su fin se instala en los centros obreros, preferentemente en los
barrios y suburbios más pobres, que están en las orillas de las grandes
ciudades industriales; vive, pequeña y pobre, entre los pequeños y los
Esta indicación
no ha perdido vigencia. Vale para cada uno de los religiosos, religiosas y
laicos, y se vuelve desafío actual para celebrar este aniversario con un
renovado empeño cotidiano: el de renovar la entera sociedad por medio de una
audaz caridad social.