EL MANDATO DE JESÚS
El
mandato misionero de Jesús nos otorga la luz evangélica para iluminar nuestra
misión.
Al
atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las
puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos,
llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con
ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de
nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también
los envío a ustedes".
(Jn. 20,19-21)
Todos los evangelistas, cuando narraban el encuentro de Jesús Resucitado
con los apóstoles, concluyen haciendo referencia al mandato misionero. [2] En
el Encuentro misionero del 2005 se había elegido como slogan el mandato de
Jesús como está escrito en los Hechos 1, 8
“Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre
ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta
los confines de la tierra".
Todo discurso eclesial sobre la misión parte
del “mandato” de Jesús. Allí encontramos las motivaciones, [3] los contenidos y
las modalidades de la misión.
“El impulso misionero pertenece a la naturaleza misma de la vida cristiana”
y “renueva la Iglesia, reforzar la fe y la identidad cristiana, da un nuevo
entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se hace más fuerte dándola! La nueva
evangelización de los pueblos cristianos encontrará inspiración y sostenimiento
en el compromiso por la misión universal” (Redemptoris missio [RM] 3).
EL MANDATO DE DON ORIONE
El mandato apostólico de Don Orione, como nos ha recordado justamente
Juan Pablo II, “se presenta a ustedes como la actuación del grito preocupante
de vuestro Padre: “¡Almas! ¡Almas!” Grito que prolonga la “sed” de Jesús en la
cruz. Grito que vendrá repetido por cada uno y por todos juntos. No puede haber
verdadera evangelización sin fervor apostólico” [5].
También Don Orione podría decirnos, retomando las palabras de Jesús:
“Como el Señor me mandó a mí, también yo los mando a ustedes”.
El mandato misionero recibido y participado
a los seguidores estuvo resumido por Don Orione en el sueño-visión de la
“Virgen del manto azul”. El vio el gran manto azul que “se alargaba, de tal
modo que no se distinguían más los confines”, “que cubría todo y a todos hasta
el horizonte lejano”, “niños de diversos colores, cuyo número se multiplicaba
extraordinariamente ... la Virgen se volvió a mí indicándomelos”
Escribiendo al obispo Bandi, agregó:
“recordando que desapareció el muro del patio, y que eran de varios colores,
entendí que son las misiones” [6].
Don Orione fue a la misión ad gentes en los viajes a América Latina de
los años 1921-1922 y 1934-1937 y sabemos con qué dinamismo e impulso
apostólico.
Don Orione mandó a la misión ad gentes, a
partir de la primera expedición de diciembre de 1913 a Brasil, [7] a muchos de
sus Hijos de la Divina Providencia y de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la
Caridad.
El compromiso misionero de Don Orione y de la congregación se realizó
siempre en el sufrimiento y saludable tensión entre “consolidación de lo
existente” y “nuevas aperturas”. Tal tensión fue personalizada
paradigmáticamente en dos santos hermanos y padres de la Congregación: Don
Orione y Don Sterpi. Tuvo acentos también dramáticos en las palabras de uno y
de otro.
Don Sterpi escribió desde Tortona: “Piensen en volver lo más pronto
posible. Recuerden que, si las cosas aquí no van bien, será un mal también para
América ... Y después dejen perder la Argentina y todos los buenos proyectos,
de otro modo voy para allá también yo” [8]
Don Orione escribe desde el Chaco informando haber aceptado una nueva
misión: “Acepté bajo condición porque me sentía con el alma lastimada, y
recordaba las palabras del Santo Padre: “no se detengan en las ciudades, sino
vayan al interior, donde pocos o ninguno va, porque no hay ganancia” Aquí, el
Chaco es considerado peor que la Patagonia, hay todo, todo, todo por hacer, hay
todo por sufrir, hay todo para sacrificarse por el Señor, por las almas, por la
Santa Chiesa. Están los protestantes, los hebreos, los mercados que se
enriquecen de bienes terrenos y que por el algodón y la riqueza están allá, y
¿no habrá un sacerdote para las almas... para los pobres?” [9]
También hoy, la tensión entre impulso y consolidación no va resuelta
sino mantenida viva y alta y ello es posible sólo en el equilibrio que se
alcanza mediante la comunión fraterna y el celo apostólico compartido. Ella, en
los tiempos de Don Orione y sucesivamente, produjo la difusión del Evangelio y
del carisma, nuevas obras, nuevas vocaciones. Son los dos pasos por los cuales
camina en la historia: uno que se apoya en lo sólido, pero ya pronto a
separarse de él y el otro lanzado hacia adelante pero midiendo ya el punto de
apoyo. Los religiosos y las obras serán siempre demasiado frágiles para poder
hablar de consolidación. Pero serán también siempre suficientes para dar razón
a la esperanza misionera.
Todos en misión Don Flavio Peloso