Del diálogo, en jerga, con Don Contardi, terminas diciéndome: “Basta, querido Director. Tiene que trabajar con locos, y hace falta paciencia”. A mí, por el contrario, me gusta mucho veros tan fraternalmente niños y unidos en el Señor.
Créeme, junto a la tuya, he recibido carta de un hermano; leyéndola, de verdad que, en mi interior, he pensado que se puede hacer un poco el loco, no sólo entre vosotros, sino incluso conmigo mismo. Mi pensamiento es éste: “Cuando era pequeño, escribía a los míos, les mandaba un beso; pues bien, así quiero hacer con usted, de ahora en adelante quiero que nos tuteemos. Reza por mí y bendíceme. Tu afectísimo hijo en Cristo...”.
Habiendo leído primero tu carta, naturalmente he pensado: quizás Don Dondero no está completamente equivocado: se ve que son todavía muy niños. Pero, benditos siempre los niños. ¿No ha dicho nuestro Señor: “Nisi efficiamini sicut parvuli etc?. ¿Si no sois siempre sencillos como los niños, no entraréis en el reino de los cielos?
Haceros los locos cuando queráis, basta que seáis enteramente de Dios, de la Iglesia y del Papa, con la humilde sencillez de los niños, que eran los predilectos de Jesús. Y amaros como buenos hermanos, siendo uno el siervo del otro por amor de Jesucristo bendito, y que cada uno de vosotros pueda decirse: hic est fratrum amator!
Y juntos sed asiduos a las prácticas de la vida comunitaria, y puntuales al horario, como ya se hace aquí, con la ayuda divina. Y confortaos y soportaos recíprocamente los defectos de cada uno, como buenos y santos hermanos: siempre humildes, siempre sinceros, siempre abiertos el uno al otro, siempre alegres de espíritu, de corazón y serenos de alma y de rostro, y adelante in Domino, con perfecta alegría, alabando y sirviendo a Dios, a la Iglesia, a las almas, a los huérfanos. Y la bendición del Altísimo se multiplique sobre vuestros pasos. Os pongo en las manos de la Virgen Santísima.