30.3.1918. Don Orione expresó su sentimiento más genuino en este grito que se le escapaba del corazón:
"¡Hagámonos apóstoles! El mundo necesita apóstoles. Cuántos se hubieran salvado de haber encontrado un apóstol con el pecho pletórico de la caridad de Dios y de los hombres. ¡Hagámonos apóstoles! ¿Existen diarios malos, existen asociaciones malas, escuelas malas? Penetremos por todos lados con el diario bueno, la palabra buen, las obras de asistencia moral (asociaciones, círculos, escuelas, etc.). ¿Existen asociaciones malas? Creemos asociaciones buenas, de hombres y de mujeres. ¡Trabajemos y oremos! ¡Hagámonos apóstoles del bien, de la fe, de la caridad!
Los buenos podrían trabajar más. Ninguno debe encerrarse en su casa, ninguno debe conformarse con mirar desde la ventana, con la nariz apoyada en los vidrios, al que se precipita de cabeza en la ruina: eso sería crueldad, egoísmo. ¡Dios está con nosotros! Si la casa se incendia ¿nos quedaremos mirando? El trabajo es la gran ley constitutiva del género humano: Laboremus! Laboremus! Trabajemos para salvar a todos. ¡Hagámonos apóstoles!" ("La Val Staffora", de Cegni, 15.5.1919). <159> "La Pequeña Obra de la divina Providencia", 30.3.1918; fasc. La Fontaine, 13-189 y s; fasc. Cortona, 25-262; "Don Carlo Sterpi", Roma, 1961, págs_ 409 y s, 428 y s. <160> Carta del 15.10.1918 en "Cartas de Don orione", v. I,págs. 139 y s.