Don Orione, escribe a un aspirante a religioso:
Mira, querido hijo mío, que, viniendo con nosotros, nosotros somos pobres y tú también deberás llevar la vida de un pobre religioso por amor a Jesucristo, que es nuestro ejemplo divino; El nació pobre, vivió pobre, pobre murió en una cruz, sin ni siquiera un poco de agua.
Pero Jesús, nuestro dulce Dios y Padre, está con nosotros, y nosotros llevamos una vida feliz, porque nos basta tener a Jesús.
El estará contigo y te consolará, y encontrarás más gozo espiritual y más contento y felicidad viviendo de la pobreza y humillación de Nuestro Señor. que si fueras rico con todos los bienes y placeres fugaces de este pobre mundo.
Querido hijo, fíjate bien que, haciéndote uno de nosotros, deberás vivir como crucificado con tu Señor Jesucristo Crucificado, porque bien dice la “Imitación de Cristo”: vita boni religiosi crux est, lo que en la práctica quiere decir que a Jesús se lo sigue de veras, se lo ama de veras y se lo sirve de veras en la cruz.
Esta debe ser la vida del buen religioso: crucificar a los pies de Jesús nuestra libertad, nuestra voluntad, nuestra vida, todos nuestros sentidos y sentimientos, con la gracia que Dios da siempre a quien se la pide.
Mira también, querido Marabotto, que no tendrás ya más nada que esperar en el mundo, a no ser fatigas, sufrimientos y persecuciones por amor a nuestro Dios y al Papa y a las almas.
Deberás seguir fielmente en todo –aun en los deseos– al Santo Padre y ser hijo devoto de El y de la Santa Iglesia de Roma y de los veneradísimos Obis¬pos que están con el Papa, hasta la consumación de ti mismo, hasta la muerte; y deberás sentir con ellos, amarlos y defenderlos como un hijo defendería a su padree; si no lo hicieras así, traicionarías completamente el espíritu de nuestra profesión.
Por lo tanto, échate a los pies de Nuestro Señor y ponte completamente en las manos de la Ssma. Virgen, y reza, reza mucho, hijo mío, con humildad y sin andar hablando de tu resolución; después, si sientes que Dios sigue llamándote, ve a ver a tu confesor y pídele de nuevo consejo y dile que te bendiga; luego preséntate a tu madre y a tu padre y ábreles tu corazón y pídeles que te bendigan y te dejen consagrar tu vida al Señor.