Desde 1913 los religiosos orionitas misioneros
habían llegado a Brasil y las necesidades de refuerzos resonaban en Don Orione
con insistencia. Por eso en 1914 envió un llamado a todos sus hijos diciendo:
“¡Necesito hijos santos!”, por medio de una carta conmovedora que contagiaba
pasión misionera, que llamaba a jugarse la vida entera. En 1918 había decidido
él mismo partir hacia Sudamérica, pero por algunos problemas de salud y otros
motivos de peso no lo pudo concretar. Entonces en 1920 envió más refuerzos,
pero anhelaba llegar personalmente a América. Los pedidos crecían desde Brasil
y Don Orione comprendió que era el tiempo de preparar a la Congregación para su
partida misionera.
El padre Sterpi quedó como director y Don
Orione se despidió de los suyos en Italia diciendo: “Solo con la caridad de
Jesucristo se salvará el mundo… que entre ustedes mis queridos hijos, reine esa
grande, suave y divina caridad que siempre los hizo un solo corazón y un solo
espíritu”. Palabras que son una herencia espiritual, una fuente donde ir a
buscar nuestra identidad orionita: Jesucristo… Caridad… Salvar… Unidad… Ellas
expresan que los orionitas estamos para llevar a Jesús a los pequeños,
sirviendo a nuestra Madre la Iglesia con humildad y alegría.
El 4 de agosto se embarcó en Génova y luego de
pasar un día por España se encontró en el océano rumbo a Latinoamérica. Durante
el viaje se maravilló con la belleza de las estrellas y la inmensidad de las
aguas. Mientras todos dormían el contemplaba y rezaba, no se cansaba de agradecer
a Dios haberlo elegido para esta aventura.
Durante su viaje se celebraba la fiesta de la Asunción de María (15 de agosto), entonces pensó en la belleza de la Madre de Dios, sobre todo en su humildad y pureza. Y recordó el sueño de su juventud y los rostros de diferentes colores y razas bajo el manto de la Virgen… En el horizonte, el 19 de agosto ya se veía Brasil.
A la edad de 49 años, el 19 de agosto de 1921, Luigi Orione llegó a Río de Janeiro, Brasil. Finalmente pudo encontrarse con sus religiosos, que se fueron a finales de 1913, y dar un nuevo impulso a la presencia de la Congregación en Brasil.
Al día siguiente celebró su primera misa en el “nuevo mundo”. En sus ojos brillantes podía leerse lo que guardaba su corazón: “Estamos en Brasil por y para los pobres”. Se conmovía al ver tanta necesidad del pueblo. Hacían falta sacerdotes para bautizar a los niños, asistir a los enfermos, guiar a los jóvenes. Entonces escribió al padre Sterpi pidiendo refuerzos, pero no llegaban… las necesidades de la Congregación en Italia también eran muy grandes.
Entre tanto, llega a Don Orione una carta
escrita por el secretario de la Nunciatura de Buenos Aires, el P. Maurilio
Silvani, quien lo invitaba a la Argentina. El misionero insistía pidiendo hijos
santos. Era un clamor hecho plegaria dirigido al cielo, y a la vez una
invitación hecha susurro al corazón de sus hermanos. Don Orione sabía con
humildad hablarle a Dios y, con ternura, hablarles de Dios a los hombres. Hasta
que desde Italia el P. Sterpi respondió diciendo que enviaría a cuatro
seminaristas. La aventura misionera seguiría creciendo al ritmo que crecían la
caridad y los sueños de Don Orione.
Pronto, muy pronto este sueño y esta aventura misionera de Don Orione se harían realidad y tendrán a la Argentina como protagonista.
Fuente: Revista Don Orione