La obediencia a la voluntad de Dios
Punto de encuentro de la mística orionina, que gira alrededor de acción y contemplación, es la obediencia, el "hacer la voluntad de Dios". "No quien dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los Cielos, sino quien hace la voluntad de mi Padre" (Mt 7, 21).
Don Orione siempre tenía la conciencia (lo buscaba) de estar allá donde Dios le daba cita (obediencia), donde él se hacía encontrar y servir: por esto estaba siempre en contemplación en la acción. Decía: "es necesario buscar hacer todo siempre en la presencia y por amor de Dios, lo cual lleva a estar siempre bien unidos a Dios, también en medio de los asuntos y ocupaciones del propio oficio". (64)
Estar donde y como quiere la voluntad de Dios es la simple regla para hacer experiencia de Dios en la realidad cotidiana. No hay un solo momento en el cual Dios no se presente bajo las apariencias de los hechos cotidianos, de alguna pena, de alguna exigencia o de algún deber. Todo aquello que sucede en nosotros, en torno a nosotros y a través de nosotros, contiene y oculta su acción divina. "Si rasgáramos el velo y si fuésemos vigilantes y atentos, Dios se revelaría a nosotros incesantemente y nosotros gozaríamos de su presencia en todo aquello que nos sucede; y en todo diríamos: Dominus est, ¡es el Señor!". (65) Se sale de la contemplación no cuando se sale de la iglesia, o de los momentos considerados 'espirituales', sino cuando se sale de la voluntad de Dios. La obediencia adhiere al hombre a la presencia de Dios: siempre, dondequiera, como quiera.
Es fácil hacer memoria de ejemplos y enseñanzas de Don Orione al respecto.
Los Cohermanos que han vivido cerca de él recuerdan expresiones que florecían espontáneas y convincentes de los labios de su fundador y padre. "Aquello que Dios quiera, repetía a menudo" y "¡Se haga la voluntad de Dios!". (66) El Siervo de Dios Fray Ave María ha observado muy oportunamente: "Don Orione ha dejado a sus hijos espirituales las siete florecillas de la Divina Providencia, que comienzan todas con la letra efe; la primera es fe y la última es fiat voluntas Dei". (67)
"También en los contrastes y en las dificultades - testimonia Don A. Bianchi - lo he visto siempre sereno y calmo, nunca he notado en él un arrebato de impaciencia u oído una palabra de lamento, al contrario, repetía resignado: ¡Paciencia! ¡Es señal de que Dios dispone así!". (68) "A veces, preguntándole si él se encontraría en algún sitio, respondía que por la mañana no sabía dónde habría terminado de rodar por la noche; que habría visto qué carta le preparaba el Señor". (69)
También en el mismo nombre elegido para sus seguidores, "Hijos de la Divina Providencia", Don Orione quiso sugerir la fundamental actitud filial de confianza, de adhesión dócil, constante a los quereres de Dios.
"Los hijos de la Divina Providencia deben ser hijos de la obediencia: o no son verdaderos hijos de la Divina Providencia". (70)
En las primeras Constituciones, imprimidas en 1912, Don Orione dedica el n° 28 a la "Indiferencia religiosa en la obediencia" que significa disponibilidad a todo, "a gastar también la propia vida donde lo requiriese la mayor gloria de Dios y el servicio del prójimo, a imitación de Jesucristo, Redentor y Señor Nuestro, Qui fuit oboediens usque ad mortem, mortem autem crucis (Filip. 8)". (71)