Querido Lolli:
¡el Señor esté siempre con nosotros!
Le escribo todavía desde Santiago desde donde le había enviado unos saludos en una tarjeta postal que le llegará más tarde. Deseo comunicarle algunas noticias que sin duda le agradarán y le sería muy agradecido si usted pudiera darles publicidad en la prensa, para la gloria de Dios y para que se alegren los generosos que desde Italia continúan su ayuda constante.
He sido llamado en Chile por el arzobispo de Santiago monseñor Horacio Campillo para fundar también, aquí una obra de caridad en favor del pueblo, para los más humildes y abandonados, un pequeño Cottolengo Chileno tal como es el Pequeño Cottolengo Argentino. Para este objetivo, Su Excelencia puso a disposición de la nueva Obra treinta hectáreas de terreno y unos pabellones, a la periferia de esta capital. La srta. Mercedes Saavedra Zelaya donó una casa en el centro de Santiago, que será como la base de la Institución
La misma donó también una muy bella mansión en Quintero con jardín y acceso a la playa del Pacífico, cercano a Valparaíso, donde, con la más generosa bendición de Su Excelencia Rev.ma mons. Nuncio Apostólico, del Arzobispo de Santiago y de Su Excelencia mons. Eduardo Gimpert, obispo de Valparaíso, abriré en mayo una casa para el clero Chileno.
En fin, para un mayor provecho, vuelvo a Argentina, sobrevolando a 5.000 metros los Andes, y como ha sido en el vuelo de llegada me amarrarán con una correa tal como se acostumbra hacerlo con los locos.
¡Eh, querido Lolli, me faltaba todavía esto en mi vida! Pero ojalá pudiera decir con san Pablo: nos stulti propter Christum (nosotros somos unos locos por amor a Cristo).
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