San Francisco de Asís, no se conformaba con tener alegría, sino que quería la perfecta alegría. Yo conocí a Don Bosco, que estaba siempre alegre y de buen humor, hasta cuando le quitaron la misa. Y Santa Teresa decía: “Nada te turbe”.
Nuestros hermanos, los santos eran así, y así tenemos que esforzarnos, vencernos, y ser también nosotros: siempre contentos y alegres en el Señor. ¿Y cómo podríamos no estar llenos de santa alegría si el Señor está cerca de nosotros y en nosotros?: “Escrúpulos y melancolía, lejos de la casa mía”, decía San Felipe Neri. (...)
¡Qué flor de prédica le hice, Señora condesa, qué flor de prédica!
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