En
las Filipinas:
del
servicio militar a religioso
Las Filipinas constituyen un gran complejo de cerca 7100
islas e isletas, con una superficie de alrededor de 2.300.000 km cuadrados. Las
descubrió Magellano cerca del año 1521; las ocuparon entre el año 1564 y el
1570 los españoles de Felipe II. El paso de los españoles dejó el idioma, la
cultura y la religión del pueblo filipino.
Terminando el ochocientos, los cristianos eran ya unos 6
millones; los religiosos españoles alrededor de 1500, mientras que de los 900
sacerdotes seculares numerosos eran indígenas. El único país católico del
Oriente, vio crecer siempre más el laicismo con el afirmarse de ideas y
costumbres anti religiosas sobretodo durante el proceso de “americanización” que transformaron las
Filipinas de “hermana menor de la España” en “pequeña América del Oriente”. En
el 1898, adviene la anexión del archipiélago a los Estados Unidos. A la
dominación española sub entró la americana. El hecho repercutió también en la
vida de la Iglesia local: los obispos españoles dieron la dimisión, y los
religiosos de la misma nacionalidad abandonaron las islas. Después de un
período tan difícil, los asuntos religiosos pudieron luego ser regulados entre
León XIII y el presidente Taft. Los misioneros fueron dejados en libertad
pudiendo volver a las Filipinas; las perdidas enseguida vinieron indemnizadas;
los cuadros del clero fueron integrados por medio de eclesiásticos de
nacionalidad americana. La jerarquía eclesiástica fue reorganizada y se
constituyo una delegación apostólica. Se tuvo el importante Concilio Provincial
de Manila en el 1907.
Ricardo Gil llego a las islas Filipinas y cumplió el
servicio militar desde 1893 hasta 1897.
“Fui
como soldado a las Islas Filipinas, o sea a Manila, capital, al Regimiento
español de artillería en la que preste mis servicios por cuatro años, terminado
el período me licenciaron definitivamente. En este tiempo, aunque siendo
militar, hice el quinto año de secundario, dicho en España el quinto año de
bachiller en arte, en el instituto de San Juan de Letrán de Manila, con los
dominicos; un año de filosofía, otro de la Facultad de Letras; y otro de
Teología: todo en la Universidad Pontificia de Manila, con los dominicos de los
cuales, como doctor en leyes, fue mi amigo el Revmo. P. General actual de los
dominicos P. Buenaventura García Paredes. Viví con el algunos años en Manila
(universidad)”.
Entre los recuerdos de la vida militar, uno quedó
recordado particularmente en la memoria de Ricardo. Tuvo la gracia de una
revelación. Su vida desde aquel momento cambio radicalmente y definitivamente.
El se encontraba descolocado en la zona de los
combatientes, a menudo muy involucrado en acciones de guerra. Sucede que, durante
una operación militar contra el enemigo, al atardecer no se da cuenta que sus
compañeros de armas se fueron retirando. Se encuentra aislado. El grave peligro
está en que los enemigos lo están rodeando, y podría verlo y matarlo. Tiene un
tremor de pánico. Instintivamente, cae de rodillas y con devoción invoca la
ayuda de la Virgen. En aquel momento las tropas enemigas suspenden a su vez el
avance y vuelven atrás. Se hace silencio a su alrededor. Volviendo en sí, ve a
lo lejos una fuerte e inexplicables luz: es la orientación justa y llega salvo
al destacamento.
Ricardo cuenta lo sucedido y cree que fue una gracia de
la Virgen, a quien había rezado. Aquella misteriosa luz lo había rescatado.
Podía haber muerto. Entiende que toda la vida es una gracia. Confirma su propósito de vivir gratuitamente
por el Señor, de seguir otra luz, hacia el sacerdocio, hacia el paraíso.
Un nuevo y extraño caso lo saca de allí en poco tiempo,
de los peligros de la guerra y lo confirma aún más sobre el camino que tiene
que seguir. Es un buen músico, capaz de usar varios instrumentos musicales.
Sabiendo que él es un artista con la guitarra, los oficiales lo llaman a tocar
para ellos. El entretenimiento se prolonga por varias horas. Los oficiales
aprecian su don y, apenas pueden lo trasladan a Manila, para completar sus
estudios artísticos: “Sería un pecado –le dicen- que un joven así lo mataran en el frente”.
Ricardo deja el frente de los combatientes y continúa su
servicio militar en Manila con un régimen de vida especial. Tiene el tiempo
libre y se pone a estudiar teología. Y como había hecho algunos cursos de la
carrera eclesiástica en el Seminario de Teruel, le dieron la posibilidad de
retomar sus estudios. Tiene la firme decisión de consagrarse a Dios y de ser
sacerdote.
Del buen éxito en los estudios lo testimonian el hecho de
que el 2 de marzo de 1896 obtiene el título de Bachiller en Artes, con las más
altas calificaciones en la universidad “San Tomas de Aquino” de Manila. En este instituto académico, para
pagarse los estudios presta también servicio como vice-bibliotecario.
“Terminada
la guerra hice otros cuatro años de Teología, sin salir de la Universidad: en
todo cinco años de Dogmática, Moral, S. Escritura y Derecho Canónico, con los
premios. Era muy estimado por los padres dominicos y otros Profesores seculares
de las distintas Facultades de la Universidad. Esto fue por el lapso de unos
meses, pero tuve que tomar parte como
militar en la guerra contra los indígenas y contra los Estados Unidos, en la
cual por mi comportamiento tuve dos condecoraciones militares”.
Desde 1894 al 1898, Ricardo va a vivir en el Colegio de
San Juan de Letrán de Manila donde se distinguió por comportamiento
indiscutible, sea escolástico que religioso. De ese periodo fervoroso de
Ricardo, pasado a las filas del ejército español a aquellos pacíficos de la Iglesia hay una referencia en
un pasaje de las noches autobiográficas.
“Excelencia
reverendísima Mons. Alfredo Berzosa, obispo de la Diócesis de Lipsa (Prov. De
Batangas) en las Islas Filipinas, mi condiscípulo por muchos años, compañero
también en el colegio por un tiempo, es testimonio ocular de mis ardientes
lágrimas de penitencia, que a modo de río suave y tranquilo brotaban de mis
ojos cuando se hacia la lectura espiritual en la Universidad”.
Las etapas hacia el sacerdocio son recorridas en modo
decidido y marcadas por los tiempos litúrgicos y sacramentales.
“Durante
mi estadía en la Universidad recibí la primera Tonsura e los Ordenes Menores.
Más tarde fui destinado como capellán de la Delegación apostólica, en el tiempo
de su excelencia Mons. Bautista Guidi, Delegado extraordinario del Santo Padre
en las Islas Filipinas, me trató con mucho cariño y casi con veneración, y tuve
de sus sagradas manos el Subdiaconado y el Diaconado casi por obediencia. Al
poco tiempo, Mons. Juan Bautista Guidi murió santamente en Manila, y yo fui
ordenado sacerdote por el excelentísimo Mons. Jeremías Harty. Arzobispo de
manila. Yo entonces continué a prestar mis servicios como capellán de coro y
altar de la Metropolitana de Manila, porque siendo Diacono, me dieron esta
Capellanía: oficio que desempeñe hasta que volví como enfermo en España. Eso
fue en febrero de 1905”.
Los documentos de archivo permiten de precisar otros
particulares. El conferimiento de los órdenes menores fue en Manila, por mano
del Delegado Apostólico Mons. Ladiopelle. Las ordenaciones del subdiaconado y
el diaconado fueron celebradas en Manila por el Delegado Apostólico Juan
Bautista Guidi. El 24 de septiembre de 1904, padre Ricardo fue ordenado
sacerdote en Manila por Mons. Jeremías Harty, Arzobispo de Manila nutria estima
y benevolencia por aquel sacerdote maduro y apreciando sus cualidades, le
ofreció quedarse a su lado recibiéndolo en el mismo palacio y confiándole
varios oficios.
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