Una joven historia de más de 100 años
En 1903, Don Orione era un sacerdote de apenas 30 años. Gozaba de la confianza de su obispo, Mons. Igino Bandi, y había sabido rodearse de un grupo de osados colaboradores que lo acompañaban fielmente.
Por ese entonces empieza a comprender que ya es tiempo para hacer un pedido de aprobación oficial que permitiese asegurar el futuro de la obra, que había iniciado una década atrás con un oratorio para muchachos en Tortona. Es así como se decide a escribirle una larga carta a su obispo, en la que le expone sus intenciones más profundas. Era el 11 de febrero de 1903, fiesta de la Virgen de Lourdes. En esa carta, Don Orione expresa su voluntad de poner toda la vida de la nueva familia religiosa al servicio de la “Obra de la Divina Providencia”, instaurando todas las cosas en Cristo, para hacer de Cristo el corazón del mundo. Y esto a través de obras de caridad diseminadas por todos los rincones de la tierra, para acercar a los pequeños y los pobres al corazón del Papa y a la Iglesia.
Mons. Bandi, obispo de Tortona, supo comprender lo que la Providencia estaba suscitando. Después de haber acompañado los primeros pasos de Don Orione y sus compañeros, firma el decreto de aprobación de la Congregación el 21 de marzo, reconociendo oficialmente que estaba naciendo algo nuevo en su diócesis, que era también algo nuevo para la Iglesia.
El joven fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia veía finalmente aprobada y bendecida una obra que le había demandado años de sacrificios, fatigas y dolores, y escogió un canto de reconocimiento y amor para expresar lo que sentía su espíritu: “Deja, oh Señor, que de alegría serena e íntima consolación lloremos silenciosamente en este día, y exultemos y agrandemos el corazón, porqué este es un día inmenso de tu bondad”.
Aquella alegría de Don Orione continúa hoy en una Familia Orionita que ha crecido en obras, presencia y espíritu. Y que continuará creciendo en la medida que cada uno de sus miembros seamos capaces de renovar
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