DON ORIONE Y EL MINISTERIO DE LA MISERICORDIA
De don Flavio Peloso, F.D.P.
El ministerio de la misericordia es para don Orione, la sustancia de su
sacerdocio, el horizonte permanente de su acción caritativa. Desde esta
perspectiva leemos la experiencia de este testigo de la misericordia y
el amor de Dios.
San Juan Pablo II, que conocía bien la vida de don Orione y le definía
como “un estratega de la caridad”, “una maravillosa y genial expresión
del amor cristiano” señaló que “su vida, tan intensa y dinámica, nace de
un secreto y una genialidad: don Orione se dejó llevar sólo y siempre
por una única lógica, la del amor”. (1)
Para comprender la misericordia en don Orione, hay que partir de la
experiencia que él tiene de la misericordia de Dios. En una oración de
1917 (tenía 45 años), que es también todo un programa, leemos: “Que no
olvide nunca que el ministerio que se me ha confiado es un ministerio de
misericordia y tenga con mis hermanos pecadores ese incendio de
caridad, que tantas veces has usado conmigo, oh gran Dios”.(2)
Un corazón sin fronteras
Característico en don Orione es la visión universal de la salvación y
del amor cristiano que él plasmó en su lema programático “Instaurare omnia in Christo”(Ef
1,10). Su corazón “católico”, unversal, inspira todos sus escritos y
está en la base de todas sus actuaciones. Hay una página de admirable
sencillez y de mística intensa que nos puede introducir en la
comprensión de lo que significa “un corazón dilatado por la caridad de
Dios”. San Luis Orionne, pocos meses antes de su muerte, cantó la
universalidad de la Divina Misericordia en este Cántico de las almas:
No saber ver ni amar en el mundo, más que las almas de nuestros hermanos.
Almas de pequeños, almas de pobres, almas de pecadores, almas de justos, almas de extraviados,
almas de penitentes, almas de rebeldes a la voluntad de Dios,
almas de rebeldes a la Santa Iglesia de Cristo, almas de hijos perversos
almas de sacerdotes malvados y pérfidos, almas agobiadas por el dolor,
almas blancas como palomas, almas simples, puras, angelicales, de vírgenes,
almas hundidas en las tinieblas de los sentidos y en la baja bestialidad de la carne,
almas orgullosas del mal, almas ávidas de poder y dinero,
almas llenas de sí, que no se ven más que a sí mismas, almas perdidas que buscan un camino.
Almas dolientes que buscan un refugio o una palabra piadosa,
almas que aúllan su desesperación, su condenación
o almas embriagadas con la embriaguez de la verdad vivida:
Cristo las ama a todas, Cristo murió por todas,
Cristo las quiere salvar a todas entre sus brazos y en su Corazón traspasado.
Nuestra vida un canto unidos y un holocausto de fraternidad universal en Cristo.
Ver y sentir a Cristo en cada persona.
Hemos de tener en nosotros la música profundísima de la caridad.
Yo lo único que siento es una infinita, divina sinfonía de
espíritus, que palpitan junto a la Cruz, y la Cruz destila por nosotros
gota a gota, a través de los siglos, la sangre divina derramada por cada
alma.(3)
El Cántico de las almas de don Orione es fruto de la
contemplación de las miserias humanas y de la misericordia divina, nace
en el corazón de un hombre bueno, que ha llegado a ser padre
misericordioso de las almas. Las almas están en sus pensamientos y
sentimientos porque se ha dejado involucrar en la misericordia redentora
de Cristo.
Por esto don Orione quiere abrazar a todos, quiere que ningún alma se
pierda. Fue el propósito y la gracia que pidió a Dios en su primera misa
y terminó siendo la síntesis de su vida: “¡Que toda esta pobre vida mía
sea un solo cántico de divino amor en la tierra, porque yo quiero que
sea –por tu gracia, oh Señor-, un sólo cántico de divina caridad en el
cielo! ¡Caridad!¡Caridad!¡Caridad!”. (4)
Amor hacia los más alejados de Dios
Hay un escrito que revela plenamente el alma de don Orione y la idea que él tiene del sacerdocio.
La finalidad del sacerdocio es la de salvar almas e ir detrás de ellas,
especialmente, de aquellas, que alejándose de Dios, van a la perdición.
Esas tienen preferencia, no de ternura, sino de paterno consuelo y
ayuda en el regreso, dejando, si fuera preciso, aquellas menos
necesitadas de asistencia. Jesús no vino para los justos, sino para los
pecadores: “Por lo tanto, oh mi Dios, preservame de la funesta ilusión,
del diabólico engaño de creer que yo como cura deba ocuparme sólo de
quien viene a la iglesia y frecuenta los sacramentos (...). Que yo no
olvide jamás, que el ministerio que me ha sido confiado es ministerio de
misericordia”.(5)
El ministerio de la misericordia es, para don Orione, la sustancia de
su sacerdocio, el horizonte permanente de su acción caritativa. Es
también un claro indicador de su santidad, porque “una señal –decía
Cassiano- de que el alma ha sido purificada con el fuego divino es la
capacidad para tener compasión de los pecadores”.
Un hecho en la vida de don Orione puede ayudarnos a fijar el valor y el
comportamiento del ministerio de la misericordia. Cuenta cómo años
atrás, predicando una misión en un pueblo, había dedicado la última
tarde para hablar de la misericordia de Dios. Durante la charla, no sabe
por qué, dijo: “Incluso si alguno hubiese puesto veneno en el plato de
su madre y la hubiese llevado de esta manera a la muerte, si está
realmente arrepentido y se confiesa, Dios, en su infinita misericordia,
está dispuesto a perdonarle su pecado”. Terminada la predicación se
quedó confesando hasta la media noche y, después, se puso en camino a
pie hacia Tortona. El tiempo no podía ser peor, nevaba y todo estaba
cubierto de nieve. Envuelto en la capa descubrió que, a la salida del
pueblo, había alguien que lo esperaba. “Reverendo, ¿usted es don Orione?
¿Ha sido usted quien ha predicado esta tarde en la iglesia? Bien,
quisiera saber si lo que ha dicho esta tarde es verdad. Quisiera saber
si de verdad es cierto que, incuso si alguien hubiera metido veneno en
la comida de su madre, todavía podría ser perdonado”.
Sigue don Orione: “No recordaba de haber dicho esas palabras, pero le
dije: ‘Por supuesto que es verdad. Basta que esté arrepentido de verdad,
pida perdón a Dios y se confiese; cualquier pecado, por grande que sea,
será perdonado; claro que para él hay misericordia y perdón’”. ‘Pues
verá – dijo-, yo soy el que ha puesto veneno en el plato de su madre. Mi
mujer y mi madre no se llevaban bien, y yo he matado a mi madre. ¿Podré
ser perdonado?’. Y se puso a llorar. Me contó la historia de su vida y
después se echó a mis pies: ‘Padre, confiéseme: yo soy el del veneno en
el plato de su madre. Desde ese momento no he vuelto a tener paz. Han
pasado tantos años. Desde entonces no he vuelto a confesarme’.
‘Bien –le dije enseguida, confortándolo- por la autoridad que he
recibido de Dios, yo te puedo perdonar este pecado’. Se puso de rodillas
y se confesó llorando y le di la absolución. Después se levantó y me
abrazaba y me apretaba contra sí, siempre llorando, y no se terminaba de
separar de mí, tal era la alegría que le invadía. También yo lloré, le
besé en la frente y mis lágrimas se fundían con las suyas. Reemprendí el
camino y llegué a Tortona todo calado. Esa noche me quité las botas y
me eché sobre la cama, y soñé... ¿Qué soñé? Soñé con el corazón de
Jesucristo; sentí el corazón de Dios, ¡qué grande es la misericordia de
Dios!”.(6)
Este episodio es una parábola que ayuda a comprender la misericordia de
Dios y el ministerio de la misericordia. Don Orione ha sido definido
como “un rostro de la misericordia de Dios”. Y con este rostro era
reconocido por la gente que a él recurría.
El himno de la caridad
La conocida página de san Pablo (1 Cor 13, 1-8a) fue de imprescindible
referencia en la vida de don Orione. Mientras vibraba comentándola, don
Orione observó que san Pablo en su himno de la caridad escribió las
palabras más bellas y expresó los sentimientos más elevados después de
haberlos vivido. Y él bien podía cantar este himno como lo hizo, porque
nadie más que él lo había sentido vibrar en su corazón, nadie sintió más
que él el amor de Jesucristo y de la humanidad y los ecos de aquella
divina poesía han llegado hasta nosotros. Porque, a partir de Cristo, la
religión inspiró la caridad y con ella se fundió de tal manera, que el
cristianismo sin caridad no sería otra cosa que indigna hipocresía.
Don Orione evoca siempre la unidad vital entre la caridad en las
palabras, caridad en el corazón, caridad en las obras, porque “la
caridad tiene hambre de acción, es acción que sabe de eterno y de
divino”. (7) Una vez más, la elocuencia de un episodio de su vida puede
ilustrar mejor que cualquier otra cosa la concreción y la belleza del
actuar con misericordia.
El 13 abril de 1920, don Orione celebraba los 25 años de su primera
misa. Respondiendo a un sacerdote, compañero suyo en el seminario y
amigo, que le felicitó con ese motivo, don Orione respondiéndole cuenta
en una carta cómo celebró él esas “bodas de plata sacerdotales”:
Querido don Casa: Aquí no se ha hecho mayor fiesta; no he querido que se hiciera fiesta por el XXV aniversario de mi sacerdocio.
Ese día yo tenía que pasarlo en Bra, pero, la vispera, caí en la cuenta
de que el querido clerico Viano empeoraba, entonces me quedé en
Tortona. La noche la pasé al lado de la cama de Viano y por la mañana
celebré la Misa a los pies de la Madre de la Divina Providencia.
Te cuento cómo pasé la hora de la comida. Viano empeoraba, pero se
mantenía consciente. Hacía días que a pesar de las lavativas, no hacía
de vientre, y al mediodía, sin embargo, no nos dimos cuenta, ni él
tampoco, el caso es que no llegamos a tiempo, ¡pobrecillo!
Y entonces el clérigo Don Camilo Secco, ahora subdiácono, que hace
de enfermero, y es bien fuerte, levantó de la cama a nuestro querido
enfermo, cambiamos toda la ropa, del enfermo y las sábanas, y así,
mientras los demás almorzaban, con agua templada le lavé y limpié
haciendo con nuestro querido Viano los humildes y santos oficios que una
madre hace con sus niños.
Miré en aquel momento al clérigo Camilo y le vi llorar. Estábamos
cerrados en la enfermería para que nadie entrase, aunque llamaban con
insistencia a la puerta para que bajáramos a comer; pero pensé que era
mucho mejor realizar con amor de Dios y humildad aquella santa obra,
verdaderamente de Dios, y decía para mí: esto es mucho mejor que todas
las predicaciones que hice. Ahora veo que de verdad me ama Jesús cuando
me da ocasión de purificar mi vida y santificar así este XXV aniversario
de mi sacerdocio. Y me di cuenta de que nunca había servido a Dios en
el prójimo tan sublime y tan santamente como en aquel momento, mucho
mejor que en todas las obras hechas en los XXV años de ministerio
sacerdotal. Deo gratias, Deo gratias.
¿Lo ves? Así nos amamos. Por la gracia de Dios que está con
nosotros y por su divina misericordia, así nos amamos en Él. Ahora Viano
rogará, por mí y por todos vosotros, hijos míos”. (8)
Cierto que las biografías y las hagiografías sobre don Orione nos
llevan a pensar en su vida como un prodigioso desarrollo de la caridad, “a la cabeza de los tiempos”, y sus enseñanzas como fruto de sapientia cordis
profética y clarividente. Pero es en hechos como los anteriores, en
esos servicios “humildes y santos que una madre hace con sus hijos”, que
se vuelven habituales por la misericordia en un alma inmersa en Dios,
donde se ha de buscar la esencia de la misericordia cristiana.
Pasar de las obras de caridad a la caridad de las obras
El Papa Benedicto XVI, comentando la afirmación de don Orione “la
caridad es la mejor apología de la fe católica”, dijo que las obras de
caridad, ya sea como actos personales o como servicios prestados por
grandes instituciones a las personas necesitadas, no pueden jamás
reducirse a un gesto filantrópico, sino que han de ser siempre expresión
tangible del amor providente de Dios. Para hacer esto –recuerda don
Orione- se necesita estar “contagiados por la caridad suavísima de
Nuestro Señor” mediante una vida espiritual auténtica y santa. Sólo así
es posible “pasar de las obras de caridad a la caridad de las obras,
porque –añade vuestro fundador- también las obras sin el amor de Dios,
que les dé valor, no sirven de nada”.(9)
La misericordia es un “dar con el pan del cuerpo el divino bálsamo de
la fe”.(10) Inseparablemente. Es entonces cuando las obras de
misericordia son evangelizadoras de por sí (“la caridad abre los ojos a
la fe”(11)) y culto agradable a Dios (“ver y servir a Cristo en la
persona humana”(12)).
Las palabras de la oración para la misa en honor a san Luis Orione
resumen su experiencia de la misericordia: “Concédenos, Señor, que
ejercitemos como él las obras de misericordia, para que los hermanos
experimenten la ternura de tu Providencia y la maternidad de la
Iglesia”.
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[1] De San Juan Pablo II sobre don Orione en la Omelia in occasione della beatificazione, 26 octubre de 1980, y la Omelia in occasione della canonizzazione, 16 mayo de 2004.
2 Don Orione, Nel nome della Divina Provvidenza, Piemme, Casale Monferrato 20043, p. 27.
3 Apuntes del 25 febrero de 1939, en: ibid., pp. 134-135.
4 Don Orione, Carta del 26 junio de 1922, en: ibid., pp. 54-56.
5 Don Orione, Nel nome della Divina Provvidenza, cit., p. 27.
6 Texto en Parola VII, 21-22; XI, 234-235; XI, 325-327.
7 Aa. Vv., Sui passi di Don Orione. Sussidio per la formazione al carisma, Dehoniane, Bologna, 1996, p. 186.
8 Don Orione, Carta a Don Casa, 1 junio de 1920; Lettere I, Roma, 1969, pp. 191-193.
9 Discorso di Benedetto XVI durante la visita al Centro Don Orione di Roma, 24 giugno 2010.
10Don Orione, Nel nome della Divina Provvidenza, cit., p. 115.
11 Scritti 4, 279-280.
12Don Orione, Nel nome della Divina Provvidenza, cit., pp. 134-135.
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