Abate CARONTI Emanuele (Benedettino), da Subiaco (Roma),
muerto en Noci (Bari) en 1966, a los 83 años de edad , 68 de Profesión y
61 de Sacerdocio. Visitador
Apostólico de la Pequeña Obra de la Divina Providencia desde el 10 julio
1936 al 21 octubre de 1946.
10 de julio: la Santa Sede nombra Visitador Apostólico de la
Obra al Abad Emanuel Caronti.
Una carta personal fechada el 1 de agosto de 1936; Don
Orione desde la capital argentina, ignorando los motivos de la intervención
pontificia del Abad Emanuel Caronti, relaciona ésta con los acontecimientos por
los que había escrito, dos años atrás, a Mons. Simón Pietro Grassi; entonces
explicó al Abad las motivaciones profundas que lo llevaron a venir a América
Latina:
[...] Y aquí me parece conveniente manifestar en forma
reservada a su Excelencia, que, cuando dejé Italia, no vine a América sólo con
la intención de visitar las casas que la Pequeña Obra de la Divina Providencia
ya poseía aquí, sino que sin confesárselo a nadie, ni siquiera a Don Sterpi,
para no causarle un dolor todavía más grave, me he arrojado al mar, como si
fuese un Jonás, con la esperanza de que mi alejamiento, calmase las olas
furiosas, y salvado la barca de mi pobre Congregación. Y además era necesario
que yo me alejara para interponer un acto claro, en salvaguarda de mi buen
nombre. Desde hace cuatro años que vengo esperando en vano, en silencio, en
oración y confianza, que se dijese una palabra de defensa de una horrible
calumnia, divulgada en la Diócesis y fuera de ella, semejante a la del vicioso
Sacerdote Florencio. Viendo que, entonces, era inútil esperar, he creído que
debía seguir el ejemplo de San Benito, que abandonó Subiaco, y se retiró a
Montecassino. Por lo que desaparecí silenciosamente de Tortona, aprovechando la
ocasión del Congreso Eucarístico. Y, dejando la Congregación en buenas manos,
puse mi causa en las manos de Dios[1].
El horizonte de sentido existencial aparece cuando en mi
rostro están los rostros de quienes son los destinatarios de mi existencia,
llamado y vocación. Cuando en mi rostro están tallados los rostros de mis
hermanos del Pequeño Cottolengo, de los hogares, de las escuelas y misiones en
las que vivimos entregando nuestras vidas. Porque no peregrinamos a lugares:
peregrinamos a los hermanos y hermanas y en ellos peregrinamos al Otro, que es
Dios.
Y así como la novedad del Reino se pone de manifiesto en el
amor a los pobres y en su liberación, esta caridad es la confesión de fe más
profunda de la presencia salvífica de Cristo en la historia. En esta
perspectiva entendemos la intensidad heroica con la que Don Orione vivió su
pasión apostólica en favor de los hombres. Su ardor, por hacer que todos sean
alcanzados por este amor de Jesús, lo llevó a pedirle la gracia de alcanzar a los
más alejados; los excluidos; los que son considerados por el mundo como
desperdicios: y Luis Orione peregrinó a los otros, abrazando la condición de
Jesús; tallando en su rostro el sufrimiento de sus hermanos en su propio
corazón: Orione, L., a E. Caronti, 01.08.1936, Summ., § 563; se conserva
también de esta carta una minuta, donde se agrega en este párrafo: «[...] en
buenas manos, las de Don Sterpi, me refugié». Idem, a E. Caronti, 01.08.1936,
mi., ADO, Scr., 19,91-92; con otra carta al mismo destinatario, fechada el 19
de agosto, explicita la causa de la calumnia: «En cuanto al hecho doloroso que
me afecta y que, en un primer momento pensé que hubiera provocado la visita
suya, es cosa un poco extensa para contar. No quisiera resultar demasiado
prolijo [...] Un día llega el correo, y Don Sterpi no estaba en casa; [...]
leo. En un primer momento no entendía de qué se trataba. La cosa me parecía
extraña. Después caí en la cuenta. Él [Mons. Bacciarini] enviaba a Don Sterpi
el testimonio jurado de un Párroco suyo, el de Melide (no era Don Bornaghi) el
cual contaba que supo tener en su casa a dos sacerdotes de la Diócesis de
Tortona, de los cuales uno era Arciprete, y que había escuchado que Don Orione
, cuando estuvo en Messina en calidad de Vicario General, después del terremoto
habría frecuentado un prostíbulo, y que se encontró su nombre en los registros
de la casa [...]» Orione, L, a E. Caronti, 19.08.1936, Summ., § 564. Scritti
69, 320. Don Orione tuvo también algunos problemas por esto
de pensar y hablar de modo humilde de
sí mismo y
de la Congregación.
Había quienes miraban
más el orden
que la sustancia.
Sabemos que el Visitador apostólico, el abad Emanuele
Caronti, fue enviado en 1934 “para poner orden” en la Congregación.
Don Orione, refiere
a Don Sterpi:
“Esta mañana él [el
Visitador] fue llamado por
los Religiosos [la Congregación
de la Santa Sede] Por un artículo
aparecido en el Corriere della Domenica, donde se dice que yo mismo llamo a
nuestra Congregación «un gran lio». Me ha preguntado si es cierto. Le
he respondido que si, y que
se lo digo
especialmente a los
Obispos de la
Iglesia para que
no se dejen embaucar
por mí, y a
nuestros sacerdotes y clérigos para que no se llenen de soberbia si la Divina
Providencia se sirve de nuestros trapos para hacer un poco el bien, no porque
queramos hacer las cosas mas o menos”;
carta del 12.1.1939,
Scritti 19, 309. 1
Scritti 45, 60.
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