Ella impregna toda la obra. Todos los que visitan nuestras obras al saludar a nuestros destinatarios encuentran la presencia de María en ellos. No podemos dejar de decir que fue Don Orione quien impulsó la hermosa devoción mariana y en síntesis decía: Leed en mi mente, leed en mi corazón, leed en mis manos y en todo mi ser no encontrareis otra cosa que gracias recibidas de María. María, siempre María.
Recordando el sueño que Don Orione ha tenido sobre la
confianza que tenía en María nos hace pensar como Él atrajo a María sobre todas
sus obras… He visto moverse las piedras: he oído cánticos celestiales y hasta
las piedras cantar. He visto a la Virgen trabajar con nosotros.
Las piedras del santuario y las obras de fe y caridad
cobraban vidas y florecían y cantaban con nosotros a coro: ¡María, María,
María! Y se alzaban hacia Ella como ángeles y como almas en adoración.
¡Qué pura y que bella es la Virgen Santa, tan soberana
y tan hermosa que parecía Dios!
¡Revestida de luz, rodeada de resplandor, grande y
gloriosa con la gloria y la grandeza de Dios!
No fue más que un sueño que duró breves instantes y
todavía me siento como renacer, el recuerdo de pasadas amarguras ha
desaparecido, el alma estalla en alabanzas y la inteligencia se aclara, el
corazón se ilumina y se inflama de caridad, siento una inmensa alegría y no
quiero ni deseo nada más.
Llévame Virgen bendita a las plazas y caminos;
empújame a abrazar a huérfanos y pobres, a los miembros abandonados, dispersos
y sufrientes del cuerpo de Cristo, tesoro de la Iglesia de Dios.
¡Si tu brazo poderoso me sostiene, podré llevarlos a
ti, oh Madre del Señor!
Madre tiernísima de todos nosotros pecadores, de todos
los afligidos ¡Salve toda blancura, inmaculada Madre de Dios, salve oh Gran
Reina y Señora de la Divina Providencia.
Tú tienes todo poder sobre el corazón de tu Dios y de
tu hijo de Jesús, y tus manos llenas de gracias.
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