1888, 29 de enero, domingo: Luigi Orione ofrece su vida por Don Giovanni Bosco agonizante, junto con otros cinco jóvenes oratorianos y Don Gioacchino Berto, secretario de Don Bosco. [Cf. "Memorias biográficas de Don Giovanni Bosco", V. 18, 533; ADO, Carpeta «Bertazzoni Augusto», 17, VI].
El primer milagro de Don Bosco muerto fue para
Don Orione. Hay que anteponer que Luis Orione, como lo testifican las Memorias
biográficas de Don Bosco (vol. XVIII, p. 539), estuvo entre los seis alumnos
del oratorio de Valdocco que, aconsejados por Don Gioacchino Berto, ex
secretario de Don Bosco, habían ofrecido durante una misa celebrada el 29 de
enero de 1888 su vida a cambio de la prolongación de la de Don Bosco, ya en los
momentos extremos. El Señor no aceptó esa oferta, por sus altísimos fines, ocultos
a nosotros, mas preparaba -como es dulce reconocerlo- entre aquellos seis
generosos a un nuevo astro de santidad que ilustraría a la Iglesia y el mundo,
y además exaltaría como pocos las virtudes, los méritos, la santidad de Don
Bosco, sobre todo reproduciéndolas en si mismo. Y llegó el alba helada del 31
de enero. A las 4.30 hs., con media hora de anticipación, extrañamente, el
campanario de María Auxiliadora sonó los toques del Ave María. Un cuarto de
hora después Don Bosco volaba al paraíso. El oratorio, aún en la consternación
de ese momento, por otra parte esperado y preparado, no tomó el luto. En todos
inmediatamente cundió la alegría serena de tener un nuevo gran intercesor en el
cielo. Las grandiosas manifestaciones de devoción, que se verificaron alrededor
de los restos mortales del gran apóstol de la juventud, confirmaron fuera de
todo cálculo esta convicción. Al llegar a este punto debemos referir otro hecho
que une a Don Bosco y a Luis Orione, confirmando ese “seremos siempre amigos”
que le había dicho. En efecto Luis Orione puede considerarse el primer gran
beneficiado con un milagro de Don Bosco subido al cielo. Le cedemos, otra vez,
la palabra a él: “El día siguiente fue llevado a pulso a la iglesia de San
Francisco de Sales, que le dio el nombre a la sociedad salesiana y permaneció
allí expuesto todo el día. Fueron a visitarlo miles y miles de personas: desde
Moncalieri, desde Vercelli y de muchísimos lugares. Pusieron también a unos
muchachos para tocar los objetos, pues todos consideraban que Don Bosco era un
santo. Quien tocaba un pañuelo, quien hacía tocar otros objetos. Habían puesto
en esos días a tres muchachos a propósito para que tocaran lo que los fieles
llevaban. Uno de ellos tocaba vendas y coronas del rosario. Y después no supo más
que tocar. Y entonces le surgió en la mente como una luz, la idea de que se
pudieran hacer tocar al cuerpo de Don Bosco trozos de pan y luego, haciéndolos
comer a los enfermos, éstos pudieran sanar. Y como tenía la llave de uno de los
refectorios, porque estaba a cargo de ellos, tomó pan y aferrando el cuchillo
se puso a cortar; pero en el entusiasmo, no cortó sólo el pan, sino también un
dedo, y tanto era el fervor, que le dio un segundo corte al dedo hasta el
hueso. Pero cuando, finalmente, sintió el dolor y vio fluír la sangre,
experimentó como un temor de que le faltara el índice, lo que lo haría no apto
para el sacerdocio. Mas, después de ese primer temor y dolor, él tomó el dedo
que colgaba, pues tenía el hueso cortado y, como el refectorio está abajo,
corrió a la iglesia y tocó el cuerpo de Don Bosco, el dorso de la mano
derecha... ¡Y la sangre permaneció en los poros de Don Bosco y la herida se
sanó! La cicatríz está aún aquí...” (D.O., I, 305). Y así diciendo mostraba el
índice de la mano derecha a sus hijos -Don Orione era zurdo-, que invitaba al
himno de alabanza a Dios y agradecimiento a su santo maestro. Del libro:
"Florecillas de Don Orione" de Mons. Gemma
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