Terremoto en Avezzano
El 13 de Enero de 1915, a las 07,55, en gran parte de
la Mársica – una región al sur de Italia – un enorme estruendo, entre ráfagas
de viento huracanado, sembró el pavor en la población que recién comenzaba sus
diarias labores.
El temblor, se produjo de abajo hacia arriba, y duró
menos de un minuto. La ciudad de Avezzano fue arrasada hasta los cimientos.
Hubo 30.000 muertos. Otras ciudades y aldeas del entorno fueron también destruidas
o afectadas en parte.
Don Orione se instaló en el centro de la ciudad, en
plena plaza, en una carpa que debía servirle como auxilio urgente, ambulancia,
cuartel general y dormitorio.
Sirvió para todo, fue suficiente para todo, si bien en
los momentos en que afluían en mayor número los salvados y los huérfanos,
decidió dejarles todo el lugar a ellos.
Armado de una manta, se refugiaba bajo un alero medio
derruido, en forma de cabaña. Allí dormía.
Un testimonio ocular afirma: “En medio de la muerte y
del desorden, se movía un humilde Sacerdote, un santo, surgido entre los
humildes y los pobres para los humildes y los pobres. Llevaba dos niños, uno en
cada brazo, y, por donde pasaba dejaba orden, esperanza y fe en aquel
desbarajuste y desesperación”.
Su investigación apuntó enseguida hacia los huérfanos.
Cinco mil niños habían quedado solos.
El automóvil del Rey
En una curva del camino que sube a la montaña, un
Sacerdote pequeño y mal parado encabeza a un grupo de niños salvados de los
tugurios o de las ruinas. En la carretera, tres automóviles detenidos,
escoltados por Carabineros, esperaban el regreso del Rey Víctor Manuel, que
inspeccionaba los escombros, acompañado de su séquito.
Los autos estaban libres, los chicos temblaban de
hambre, frío y aprensión. El sacerdote se acercó a uno de ellos, abrió con
resolución la puerta del vehículo y acomodó en él a sus pequeños protegidos.
Los Carabineros llegan corriendo. Hay un intercambio
de peticiones, explicaciones y prohibiciones. Pero el Cura no se inmuta y sigue
cargando a los niños. Se produce un forcejeo con los Carabineros agitados y
desesperados.
“¡Éste el automóvil del Rey!”, explican.
“Está bien, pero los pequeños tienen urgencia de todo
y debo llevarlos a Roma. ¿Cómo puedo hacer? ¿Dónde está el Rey?”
Don Orione va, saluda, explica y pide. Víctor Manuel
accede y le agradece su preocupación por los huérfanos. Partida triunfal de los
niños asombrados, junto con su salvador.
¡San Luis Orione, ruega por nosotros!
fuente: wwwdonorione.cl
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