SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

Algunas de las imágenes que acompañan las diferentes entradas de este Blog pueden provenir de fuentes anónimas de la red y se desconoce su autoría. Si alguna de ellas tiene derechos reservados, o Ud. es el titular y quiere ser reconocido, o desea que sea quitada, contacte conmigo. Muchas gracias


viernes, 29 de marzo de 2024

MILAGRO DE SEMANA SANTA ( SABADO SANTO) 1944

 


La historia de Jorge Passamonti y de su milagro comienza silenciosamente con un malestar, que siente a fines de marzo de 1944; malestar al que el médico no le acuerda ninguna importancia y que no impide a Jorge asistir algún que otro día a clase. Tiene 14 años y frecuenta el primer año del ciclo medio superior.

Con el pasar de los días, después de una aparente mejoría, los síntomas se vuelven alarmantes. La fiebre baja, y al malestar se añade una extraña rigidez muscular. Aún no se diagnostica la enfermedad, pero cuando Jorge pierde el reflejo de deglución y comienza a faltarle la vista, se ve la necesidad de llevarlo al Hospital de Lodi, ciudad del norte de Italia. Entonces, la madre, antes de que abandone la casa, pide que le administren los últimos sacramentos.

El Jueves Santo, 6 de abril, la enfermedad del muchacho tiene ya nombre; se trata de meningitis tuberculosa. Los médicos se sienten impotentes y primero dejan entender y luego declaran abiertamente, con suavidad y pesar, que no hay nada que hacer. En 1944 aún no se conoce en Italia el uso de los antibióticos. De meningitis se muere; y si alguno sobrevive, quedará reducido a vida vegetativa, a causa de las gravísimas secuelas que produce.

El  Viernes 7 de abril, Viernes Santo, aumentan los síntomas mortales. Jorge está en coma, no llega a tragar ni una gota de agua. Lo más que puede hacer su madre es humedecerle los labios resecos. Por la tarde pasa el obispo Mons. Colchi Novati, y las hermanas le piden una bendición especial para ese muchachito que se está yendo. El obispo va al lecho y recita en alta voz las oraciones para los moribundos.

“Al anochecer -narró la Sra. Passamonti- viene el director, Dr. Pedrimoni, me dice que el muchacho no llegará a la mañana, y me pregunta si tengo la ropa lista para vestirlo. Jorge estaba con una bolsa de hielo en la cabeza. Yo que no sabía a que Santo recurrir, había deslizado debajo de la bolsa una estampa con la imagen de Don Orione. La había traído a casa de una de mis hijas, que la había recibido a su vez de una maestra.”

Hacía cuatro años que Don Orione había fallecido, y la fama de sus virtudes cristianas estaba entonces muy viva. “Pero yo no le pedía la gracia de que me salvara a mi hijo. Me parecía pedir demasiado. Le pedía solamente que durara unas horas más, para que su padre, que estaba de viaje desde San Remo, pudiera verlo aún con vida. El año anterior, cuando falleciera otro niño, su padre no había llegado a tiempo para saludarlo. Y ahora este se nos iba a ir..... Decía a Don Orione: ¿Qué son para ti unas pocas horas? Tienes toda la eternidad a tu disposición. Di al Señor que conserve con vida a Jorge hasta la mañana, cuando llegue el tren con su padre”.

Sábado 8 de abril, sábado santo Pero de repente, sucede lo inesperado. “Serían las dos de la mañana -agregó la Sra. Passamonti- cuando Jorge de repente se sentó en la cama, y él, que desde hacía días no hablaba, me dice: `Mamá, mamá, ¡qué luz, qué luz!`. A lo que yo, a mi vez le contesto: ´¿Pero dónde está la luz, Jorge? Será la luz del Señor que viene a llevarte. Quédate tranquilo. Reza por tu papá. Feliz de ti, que te vas al cielo’. Tampoco yo me daba cuenta de lo que decía, porque estaba convencida de que Jorge se nos estaba yendo de veras. Por el contrario, acierto punto, él me dice: “Sabes, mamá, ya no me muero más”. Se apoya en mi brazo y queda con la mirada fija en un rincón de la pieza. Luego agrega: “Ahora, duerme tú también”.

Cuando la madre se despertó, era ya el alba, y Jorge estaba durmiendo “con una calma que me hubiera parecido la de la muerte. Y pensaba dentro de mí: ¡qué madre que soy!¡Dormir mientras un hijo muere! Perdóname Jorge, no lo hice queriendo. Pensé luego que debía comenzar a limpiar la pieza, y fui a buscar una escoba. De vuelta, encontré a Jorge sentado en la cama, embebiendo un pan negro con una taza de leche, y sin darme tiempo a hablar, me dice: “¿Mamá, no hay más pan? Este se acaba. Tengo mucha hambre, me siento del todo vacío.” Corrí entonces afuera a llamar a la religiosa que nos acompañaba. Cuando entró en la salita y vio ella también que Jorge mojaba el pan en la leche, se apoyó en la puerta como si se estuviera desmayando. No te muevas, que voy a llamar al doctor”.

Cuando vino el médico, verificó que la fiebre de 42 había bajado a 36, que los síntomas de la meningitis habían desaparecido, para decir luego: “Señora, no se haga ilusiones; quizás sea una mejora transitoria”.

Por la tarde la noticia de la curación se había extendido ya por toda la ciudad, y al día siguiente la pieza de Jorge estaba llena de gente, compañeros de colegio y las respectivas madres que le traían bizcochos, caramelos y miel.

Jorge insistió para dejar cuanto antes el hospital y volver a clase.

Con el tiempo desapareció también el estrabismo y no apareció ninguna de las secuelas más temidas. Más aún, Jorge no solo no perdió el año, sino que fue promovido con honor pudiendo continuar con los estudios hasta graduarse de ingeniero.

En los años siguientes su caso fue examinado varias veces por teólogos y médicos; se redactó un informe clínico de 150 páginas; fueron interrogados los testigos, y se confrontaron las deposiciones y datos.

La curación resultaba repentina y perfecta, como se exige para un milagro.

 

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