Texto del discurso pronunciado por Don Orione,
ante los micrófonos de Radio Callao el 25 de Abril de 1935:
HE VENIDO A LA ARGENTINA, PARA PONERME EN MANOS
DE LA DIVINA PROVIDENCIA, COMO HUMILDE INSTRUMENTO...
Deo Gratias!
Pidiendo a las instancias de la Liga de Cristo
Rey, me acerco por primera vez a un micrófono.
Saludo a mi invisible auditorio, desparramado
en toda la extensión del noble y generoso pueblo argentino, deseándole de todo
corazón la bendición de Dios y la alegría espiritual de la Pascua Florida.
He venido a la Argentina, para ponerme en manos
de la Divina Providencia, como humilde instrumento para ayudar y consolar a los
miembros más doloridos y desamparados de su sociedad, fundando un pequeño
“Cottolengo”, copia lejana del grande que fundó en Turín el abnegado amigo de
todos los desheredados, el caritativo canónigo San José Benito Cottolengo, que
dio su nombre a estas benéficas ciudades, abiertas de par en par a toda
miseria, a todo sufrimiento y a todo abandono material o moral.
Al que llama a la puerta de un “Cottolengo” no
se le pregunta quién es, ni cómo se llama, ni de dónde viene, ni a que religión
pertenece: basta que sea un verdadero desamparado, a quien no admite ningún
otro asilo, ninguna otra institución, ningún otro hospital, ningún otro
refugio; y es recibido inmediatamente, hasta donde llegue la capacidad del
local disponible.
Todos los hombres son hijos de Dios y hermanos
nuestros en Jesucristo; pero nosotros hemos hecho pacto especial de fraternidad
con los hermanos más abandonados y atribulados: con los ciegos, con los
sordomudos, con los inválidos, con los viejos achacosos, con los niños
escrofulosos, con los enfermos y enfermas crónicas, con las jovencitas que se
ven amenazadas de tempestades morales, con todos los que necesitan un techo
amigo y un corazón compasivo, para no sucumbir bajo el peso de su desgracia.
El “Cottolengo” argentino, como todos los
“cottolengos”, no cuenta con más capital ni más rentas que su gran confianza en
la Divina Providencia. La Divina Providencia es nuestro banco, nuestro fiador y
nuestra garantía. Y ciertamente que sabe proveer a los que descansan en su
generosidad. La prueba la tenemos patente, en el poco tiempo transcurrido,
desde que se inició la obra en vuestra Patria. La Divina Providencia, tocando
el corazón magnánimo de algunas damas argentinas, ha regalado a nuestros pobres
desamparados 21 hectáreas de magnífico terreno, en las cercanías de la capital
(Claypole F. C. S.), y nos ha enviado los medios necesarios para levantar en
ellos una nueva planta con cuatro amplios pabellones.
Este es el principio de la obra que levantará
la Providencia entre vosotros para tantos hermanos nuestros desamparados.
Yo les pido que os convirtáis en aliados y
auxiliares de la Providencia de Dios. El sabe premiar copiosamente a sus
colaboradores.
El es el que nos dice en su Evangelio que todos
los favores que hagamos a sus hijos pequeños nos los recibe como hechos a El
mismo [Mt. 25, 40;45].
El ladrillo de la Puerta Santa de la Basílica Vaticana que, con la bendición del Exmo. Sr. Nuncio Apostólico y en la presencia del Primer Magistrado de la República Argentina, se colocará, el domingo que viene, en Claypole, a las tres de la tarde, será sin duda el granito de mostaza que nos habla el Evangelio, aquella semilla menudísima que luego se desarrolla hasta formar un gran árbol, en que vinieron a posarse las aves del cielo. [cfr. Lc13, 18-19; Mt 13, 31-32; Mc 4, 30-32]¡Ojalá que nuestro “Cottolengo” argentino llegue a ser un día, en medio de esta gran urbe, el árbol de brazos buenos y amigos que convide a poner en ellos su nido, no a las aves errantes de la atmósfera, sino a esas otras aves espirituales vagabundas, sin calor de nido ni reparo de fronda, que son los pobres desamparados!
Suscite Dios en Buenos Aires y en toda la República Argentina, muchos corazones generosos, abiertos al bien, que vengan a coadyuvar en esta Obra de cristiano amor hacia los hermanos más miserables.
Quieran todos rogar por nosotros, y recordar con benevolencia a
nuestros queridos pobres; ellos, nada olvidadizos, rogarán siempre por
sus bienhechores, y sus bendiciones seguirán a estos y los confortarán
en todos los días de su existencia.
A todos cuantos presten su concurso al Pequeño Cottolengo
Argentino conceda el Señor el ciento por uno en la presente vida, eterna
recompensa en el Cielo!
Custodia, Reina y Madre del Cottolengo Argentino, es María, Madre de Dios, la Santa Señora de la Divina Providencia.
¡Oh, mi Santa Señora, he aquí que os he consagrado por Patrona y Madre; ahora os toca a Vos!
Sacerdote LUIS ORIONE
de los Hijos de la Divina Providencia
Que así sea, queridos oyentes argentinos, y que
Dios nos colme a todos de sus bendiciones.
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