“Los pequeños, los pobres, los ciegos, los ancianos, los afligidos, los huerfanitos, los enfermos, son mi sueño; el canto de Dios, que, desde hace años, resuena en mi mente y en mi alma; gira a mi alrededor e hiere a mi corazón, haciéndome vivir y morir de un fuego ardientísimo que me hace exclamar: ¡oh amor de Jesús, oh dulce amor a los pequeños, y a los pobres de Jesús, oh amor, oh morir de amor!
Estas ardientes palabras, las escribía Don Orione en el año 1912, cuando había regresado de Messina, después del trienio, transcurrido allí, por obediencia al Santo Padre Pio X, que lo había enviado como colaborador y vicario del Excelentísimo Arzobispo Monseñor D´Arrigo, después del terrible terremoto de Calabria y Sicilia, en los primeros días del mes de enero de 1.909.
Fue portador de amor y de esperanza cristiana, antes que dador del pan material, incansable buscador de huérfanos, consolador de enfermos, buen samaritano de los heridos y moribundos.
Aquella visión de tristeza, de luto, de lágrimas, de miserias físicas y morales, había avivado todavía más en aquellos años, en su corazón, el caudal grande de caridad que era la pasión de su vida; hacer el bien a quién sufre, compartir la pobreza de los pobres, ayudar a los necesitados, a los carentes de todo, a los abandonados.
· Hoy, en nuestro país, vemos la triste realidad de muchas familias, no alcanzan los religiosos para satisfacer las demandas de la población, tanto en lo material como en el acompañamiento con la palabra de Dios, con su amor, por eso nosotros los laicos debemos sumarnos a esta campaña de amor a los pequeños, los pobres, los más necesitados, hagamos realidad ese sueño de Don Orione.
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