Venerable don Carlos Sterpi
Nació el 13 de octubre de 1874-Fidelísimo colaborador y primer sucesor
de don Orione, a un espíritu profundo de santa obediencia y abnegación unió una
gran humildad y caridad.El venerable Don Carlos Sterpi nació en Gavazzana (Alejandría) y murió en
Tortona (Alejandría) el 22 de noviembre de 1951. en Tortona, donde reposan los
restos mortales en la cripta del Santuario de la Virgen de la Guardia. Fue el
primer sucesor de Don Luis Orione en la
dirección de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, de la cual es
considerado también como cofundador, no en el sentido de portador del carisma
de fundación, sino en cuanto colaborador íntimo y determinante de Don Orione,
con quien vivió en total y constante sintonía. De una gran personalidad humana
y espiritual, Don Sterpi quiso identificarse precisamente como “primer
discípulo y colaborador de Don Orione”, cuyos ideales espirituales y grandes
aperturas apostólicas tradujo en la formación y en la organización práctica.
Por su parte, Don Orione le manifestó una estima y afecto muy especiales.
Cuando estaba por partir para su primera visita a América Latina, en 1921,
escribió: "Si Dios me dijera: 'Quiero darte un continuador que sea según
tu corazón'”, yo le respondería: 'No te preocupes, Señor, porque ya me lo has
dado en Don Sterpi”. Las palabras pronunciadas por Don Orione en vísperas de su
muerte confirman la amistad fraterna que los unía: "Son más de cuarenta
años que Don Sterpi y yo nos conocemos y nos queremos realmente mucho".
Carlos Sterpi
provenía de una familia de minifundistas de Gavazzana, muy religiosa y estimada
incluso en el ámbito civil. El padre fue por mucho tiempo alcalde del pueblo.
La madre era de ánimo noble y religioso; cuando supo del deseo del hijo de ser
sacerdote le dijo: “Está bien, te doy el permiso de hacerte sacerdote, pero
mira que tienes que ser totalmente de Dios!”.
Cuando entró al seminario de Tortona, se encontró con Luis
Orione. "Como también yo entré en filosofía – recordaba Don Sterpi – pude
estar junto a él, y tuve la suerte de estar a su lado en todas partes: en el
banco de clase, en el dormitorio, en el refectorio, en la capilla, y en los
paseos. Siempre a su lado". En este constante estar uno al lado del otro
nació y se consolidó una profunda sintonía espiritual. Una santa amistad. En
octubre de 1895, Don Orione, ordenado sacerdote hacía pocos meses, obtuvo de
mons. Bandi la posibilidad de tener al clérigo Sterpi como ayudante en el
Instituto para niños fundado por él dos años antes en el barrio San Bernardino
de Tortona. Sterpi recordará siempre cómo empezó esa colaboración. Cuando se
presentó en el colegio, Don Orione estaba ayudando a los niños en el estudio.
"¡Bravo! Llegaste justo a tiempo – le dijo -. Reemplázame un poco aquí".
Salió y me dejó solo con todos esos niños”. Y Don Sterpi comentaba: “¡Si habrán
pasado ‘momentos’ desde entonces! Aquel ‘poco’ debía durar algunos
años...". Duró toda la vida.Don Sterpi era de modesta apariencia, pero de
los rasgos de su rostro cubierto de ternura maternal se irradiaba una piedad
profunda. Para los Hijos de la Divina Providencia fue un padre y una madre, a
la vez. “Un sacerdote que tiene todo el aspecto de sacerdote: así es nuestro
Don Sterpi”, dijo de él Don Orione.
Compartió de lleno el
espíritu y el camino histórico del Fundador de la Pequeña Obra de la Divina
Providencia, a la que ayudó, sostuvo y defendió con fortaleza en determinados
momentos críticos. Junto al padre Don Orione, muchos reconocían espontáneamente
en él los rasgos de la figura materna porque en sus actitudes personales y en
su función manifestaba las preocupaciones por la educación y el cuidado de las
personas, y de la casa, propias de una madre. Su persona suscitaba en los que
se acercaban a él una espontánea sensación de respeto y de fascinación. Su
mirada penetrante, sus actitudes siempre calmos y ponderados, su equilibrada
firmeza a la hora de tomar decisiones facilitaban tanto la confianza como la
obediencia.
El 12 de marzo de
1940 murió don Orione, y el 13 de agosto el primer Capítulo general eligió
unánimemente a Don Sterpi como Director general de la Congregación, que ya
contaba en ese entonces con 820 religiosos.
Don Sterpi se sometió
en esos años a una extenuante mole de trabajo en el nuevo cargo que se le había
confiado y, además, debió hacer frente a los inconvenientes, las dificultades y
las preocupaciones provocadas por la guerra que ensangrentó Italia desde 1940 a
1945. Manifestó capacidades organizativas, clarividencia y un sacrificio
personal conmovedor. Tuvo el consuelo de recibir, el 21 de enero de 1944, la
aprobación pontificia de la Congregación. Aquel “decretum laudis” sobre las
Constituciones sellaba 50 años de trabajo, de sacrificios y de oraciones. Don
Sterpi estaba radiante, pero no quiso celebraciones exteriores, sino oración y
fidelidad: “En las Constituciones, sobre las cuales está puesto el sello de la
Santa Sede – escribió – es Don Orione quien continúa estando en medio de
nosotros, con todo su espíritu”.
En 1946, terminada la guerra y dándose cuenta de que sus
condiciones de salud no estaban a la altura de la misión que se le había
confiado, Don Sterpi tomó la decisión de renunciar voluntariamente al cargo de
Superior general. Desde ese momento, libre ya de compromisos apremiantes, quiso
vivir en la discreción, en Tortona, dedicándose al ministerio de la paternidad
como consejero de los religiosos y al cuidado directo de un grupo de niños
huérfanos en Tortona. Fue la áurea preparación al epílogo de una vida dedicada
totalmente a Dios y al prójimo. Murió en su pequeña habitación el 22 de
noviembre de 1951
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