Buenos Aires, 3 de julio de 1936.
Mis amados hijos en Jesucristo:
¡Que la gracia del Señor y su paz estén siempre con
nosotros! ¡Hoy es 3 de julio! ¡Que hermosa fecha! ¡Es una gran fecha ésta de
hoy para mí, oh mis amados! Cuantos años han pasado desde ese 3 de julio (de
1892); mas el recuerdo se me hace vivo, como si fuese ayer.
Era clérigo y custodio de la catedral: el Obispo de Tortona
era Mons. Bandi, aún al principio de su episcopado.
Los muchachos y jovencitos que estaban a mi alrededor eran
tantos, algunos centenares, los había de las escuelas primarias, técnicas, secundarias
y un hermoso grupo que ya trabajaba. No se los podía contener más, no cabían
más en mi pequeña habitación, allá arriba, en la bóveda de la catedral, la
última, no se los podía tener en la catedral, por que corrían por arriba y por
abajo, por todas partes, no cabían más.
[...]El obispo, estaba muy contento de que se recogiesen
esos niños y se hiciese un Oratorio Festivo en Tortona. Y dio su mismo jardín,
y algunas habitaciones del palacio episcopal, en planta baja, donde ahora están
las cocinas económicas. Fue el primer oratorio que se abrió en la diócesis, y
estuvo en la casa del Obispo mismo.
La inauguración se hizo el 3 de julio fue solemne [...].
Había mucha gente, muchísimos niños. La inauguración se hizo en el jardín mismo
del episcopado: algunos domingos después, todo se había reducido a patio.
Recuerdo que [...] yo también leí una especie de discurso:
¡Almas y almas!. Mons. Bandi pronunció un hermoso discurso: se sentía que las
palabras le salían del corazón.
El oratorio se llamó: "Oratorio Festivo San Luis".
Se adaptó una capilla, un altar, con ese cuadro de San Luis
(Gonzaga), que aún se conserva entre nosotros. Luego se agregó también una
estatuilla de la Virgen Inmaculada que también está entre nosotros.
La Pequeña Obra de la Divina Providencia, nacida de ese
primer oratorio festivo, y la primicia de esos niños, ya había sido ofrecida y,
diría, consagrada al Señor
[...].Cuando se abrió San Bernardino, el oratorio fue
confiado a otras manos, y pronto cayó.
¡Pero cuánto bien hizo ese primer oratorio!
Luego, con la ayuda divina, fue abierto nuevamente en el
mismo lugar, en el primer año del episcopado de Mons. Grassi, mas causas
diversas lo hicieron transportar a un lugar tal vez poco apto, y así terminó
también este segundo oratorio. [...] Más cuanta consolación he sentido aquí,
cuando supe que Su Excelencia Reverendísima, nuestro nuevo Obispo,lo volvió a
abrir para la parroquia de la Catedral, ¡y en ese mismo jardín! Deo Gratias! Mis
amados hijos, hoy 3 de julio, he querido recordarles ese primer oratorio y ese
primer esfuerzo, no sólo para que me ayuden a dar gracias a Dios, sino para que
reflexionen bien que la Pequeña Obra nuestra ha nacido de un Oratorio Festivo:
un Oratorio de jovencitos ha sido la Piedra Fundamental de nuestra Institución.
Y la Santísima Virgen, en momentos, entonces, de gran aflicción y de viva persecución,
maternalmente se dignó a tomar desde entonces, bajo su manto celeste, no sólo
el Oratorio –del cual había puesto las llaves en sus manos–, sino toda la
multitud, sin fin, de los Hijos de la Divina Providencia que vendrían luego, de
todo tipo y color.
[...]La salvación de toda la juventud de todo el mundo, más
que desde los colegios –que son, más o menos, hospitalarios–se obtendrá de los
Oratorios Festivos y de la Escuela. Don Bosco decía: "¿Quieren salvar a un
pueblo, a una ciudad? Abran un buen Oratorio Festivo". [...] Alrededor de
cada Casa y por todas partes, en donde se encuentren los Hijos de la Divina
Providencia, debe surgir pronto y florecer el oratorio festivo. Y digo festivo,
no cotidiano. [...]
Y tengan en cuenta que el Oratorio Festivo no debe ser para
una dada categoría de jovencitos prefiriéndolos de otros. No[...]Todos los jóvenes,
también los más abandonados y miserables, deben sentir que el Oratorio Festivo
es para ellos la Casa paterna, el refugio, el arca de salvación, el medio
seguro para hacernos mejores bajo la acción transformadora del afecto puro y
paterno del Director.
Que no haya, entonces, ninguna Casa de la Divina Providencia
sin su Oratorio Festivo
. [...] ¡Que toda nuestra vida sea irradiada de amor grande
de Dios y de amor al prójimo, especialmente a la juventud más pobre, más
abandonada, y Dios estará con nosotros!
[...] Los bendigo con toda la efusión de corazón en Jesús
Crucificado y en la Santa Virgen; reciban los saludos más cordiales de éstos
hermanos vuestros y ténganme como vuestro afectuosísimo, como padre en Cristo.
En Camino con Don Orione, carta nº 78.
DON LUIS ORIONE
Hijo de la Divina Providencia.
Fuente Don Flavio Peloso, Messaggi Don Orione
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