La Iglesia reaccionó –con cierto retraso–- a través de la «Obra de los Congresos», (Venecia – 1874). A partir de ese momento surgió una red de instituciones sociales a favor de los trabajadores industriales y agrícolas; sociedades de socorros mutuos, cooperativas rurales que constituyeron, en Italia, en el decenio 1870-80, el principal punto de apoyo de los trabajadores.
Junto con las dificultades de extrema pobreza en las que se vivía, los temas más comunes motivo de discusión apasionada en los años de la infancia y la pre adolescencia de Don Orione, giraban alrededor de la caída del poder temporal (1870), la muerte de Víctor Manuel II y la de Pío IX (1878), la angustia de la Iglesia por la persecución de las sectas, la posición y actitud de los sacerdotes santos y de los otros y de católicos fieles y apóstatas. Esta temática era abordada por los pastores y educadores en sus charlas, por los varones en las discusiones políticas y por las mujeres en sus conversaciones diarias.
Todo esto iba penetrando lentamente en el ánimo inteligente y sensible de Luis Orione que comenzaba a interiorizarse de los problemas del mundo y de la Iglesia, a los cuales él daría una respuesta.
La figura de San José Benito Cottolengo influyó muchísimo en el joven Luis Orione. Si bien Don Orione no conoció a este gran santo, conoció su obra, y en honor a él llamó a sus casas para gente con discapacidad "Cottolengos".
San José Benito Cottolengo fue un gran inspirador, junto a San Juan Bosco, de Luis Orione y de todo el apostolado de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Al sentimiento de cariño, amor y ternura hacia los más pobres y desdichados, Luis Orione unió la confianza en la Divina Providencia, fundamento de la Obra del Cottolengo.
Don Orione, quien contaba con 19 años, seguía con atención las “cosas nuevas” que agitaban la sociedad. Él, a la fuerte percepción de las necesidades sociales, al compromiso por la solución de la cuestión social, a las reivindicaciones y a las luchas de los trabajadores y a las intervenciones puntuales para hacer frente a las exigencias inmediatas de los pobres unía la grandiosidad de la visión que orientaba y conectaba su actividad caritativa hacia una perspectiva de regeneración verdaderamente “católica”2.
El Santo supo leer la situación del pueblo de Dios, a la luz de los acontecimientos que sucedieron entre los fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Y a la «luz de los signos de los tiempos» quiso caminar con el pueblo, con la gente humilde. «¡El dueño del mundo después de Dios es el pueblo! ¿Y si sucede que este pueblo se separa de la Iglesia? Nosotros debemos llevar al pueblo a la Iglesia de Dios» (Don Orione, Par VII, 91).
1 “La Iglesia es caridad”, P. Fernando Fornerod.
2 Proyecto Orionino de Pastoral para las Obras de Caridad, pág. 24.
3 Cfr. Borzomati Pietro en “Laici con Don Orione”, Movimiento Laical Orionino, Roma 1998, pág. 74.
4 Lettere I, 182.
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