Traducido del italiano, de una entrada del Padre Don
Flavio Peloso en facebook)
San José es el hombre justo y fiel (Mt 1,19) que Dios
escogió para ser el custodio de la Sagrada Familia de Nazaret. Fue el esposo de
la Bienaventurada Virgen María e hizo de padre de Jesús, el Hijo de Dios hecho
hombre. Proveyó con amor y sacrificio al bien de la familia. La Iglesia venera
a San José como patrón de la Iglesia universal, y es modelo para los papás.
En las casas de Don Orione, hay una devoción especial
a San José como aquel que provee del pan, como intercesor de la Divina
Providencia. Desde los tiempos de Don Orione es costumbre poner una pequeña
hogaza de pan colgada del cuello de la estatua del Santo Patriarca para
recordar aquel episodio ocurrido en Tortona.
Escuchemos el episodio contado por el mismo Don Orione
el 18 de marzo de 1938.
«En los inicios, en los momentos en que no teníamos
pan, …no teníamos nada, fue San José quien vino a nuestro encuentro. Pero en
aquel año parecía que el querido San José no quisiera venir en nuestra ayuda.
Llegó precisamente el mes de marzo, y teníamos una gran necesidad de dinero:
eran momentos muy angustiosos, y nos encomendábamos mucho a San José, que es
invocado como administrador, mejor como proveedor de las casas, así como fue
proveedorporveedor de la Sagrada Familia.
En vez de llegar la ayuda, venían los acreedores para
que les pagásemos. Yo no podía librarme de ellos. Un día estábamos propiamente
sin nada. El portero era por entonces nuestro querido Don Zanocchi, que llevaba
sólo unos meses con nosotros. ¡Y era la antevíspera de la fiesta! El portero
llegó a la carrera y me dice: "Hay un señor que quiere hablar con
usted!". "Pero ¿Quién es? ¿Es un acreedor?". "No lo conozco".
¿No es el carnicero o el lechero?". "No lo sé". "No lo he
visto nunca". "¡Mire bien que no sea ningún acreedor!".
Desciendo las escaleras deprisa y me encuentro delante de un señor vestido
modestamente y con una barbita rubia. Aquel señor me dijo: "¿Es usted el
superior? ¡Aquí tiene una suma de dinero!", y sacó un grueso sobre.
Entonces le pregunté si teníamos que decir algunas misas: "¿Tenemos alguna
beneficencia que hacer?". "¡No, no!", respondió. "No hay
nada que hacer. ¡Sólo continuar rezando!".
Yo no lo había visto nunca. Me miró un instante y,
saludándome con una inclinación, se fue deprisa. Hubiese querido entretenerlo
un poco pero aquella presencia y aquellas palabras me habían dejado como
encantado. Aquel señor dio unos pasos; salió por la puerta, bajó el escalón,
pero después ya no se le vio más, ni a la derecha ni a la izquierda, ni bajo
los pórticos ni en la iglesia; en el patio estaban sólo los muchachos… Se mandó
inmediatamente a dos de ellos para buscarle, pero fue inútil.
Vino después Monseñor Novelli y se le contó lo que
había pasado. Y él dijo: "¡Era San José, era verdaderamente San José, que
ha querido confortaros!". Entre nosotros verdaderamente siempre
creímos que fue San José.
Este hecho fue siempre contado como reconocimiento a San
José por aquella providencia extraordinaria Y he creído oportuno hablar de
ello, porque también ustedes después de este buen puñado de años pasados,
quieran aún agradecerlo conmigo». (Parola, 18 marzo 1938)
Desde entonces, como signo de reconocimiento, Don Orione hizo poner y tener un pan fresco colgado en el cuello de la estatua de San José. Y así se hace en las casas de la Congregación.
Afirma Santo Tomás de Aquino que "hay tres cosas
que Dios no podría haber hecho más sublimes de lo que son: la Humanidad de
Nuestro Señor Jesucristo, la gloria de los elegidos y la incomparable Madre de
Dios, de quien se dice que Dios no pudo hacer ninguna madre superior. Podéis
acrecentar una cuarta cosa, en loor de San José. Dios no pudo hacer un padre
más sublime que el Padre adoptivo del Hombre-Dios".
A lo que agrega
San Bernardo: "Ya que todo lo que pertenece a la esposa pertenece
también al esposo, podemos pensar que José puede distribuir como le parezca los
ricos tesoros de gracia que Dios confió a María, su casta Esposa".
CONSAGRACION A SAN JOSE
Por amor de Dios Padre, Tú, San José, has sido llamado
padre de Jesús y, unido a la maternidad espiritual de María, ahora también
padre nuestro. A ti consagramos nuestra
vida y la misión que Dios nos ha encomendado. Te pedimos que intercedas por
nosotros ante el Señor, que intercedas por la Santa Iglesia para su salvación,
que intercedas en nuestra oración y la lleves a Dios.
Tú, esposo de María, casto, justo, prudente y humilde,
haz que estas virtudes, en ti gloriosas, afloren en nuestro espíritu y, para
gloria de Dios, en el mundo.
Haznos dulces y dóciles, tiernos y mansos con nuestro
prójimo, especialmente con nuestros padres, hijos, familia y hermanos, no desde
nuestra pequeñez sino desde Dios, dejando que Él sea en nosotros y nosotros en
Él, que todopoderoso es. Amado San José enséñanos a desaparecer, como Tú que
estás presente pero en Ti es sólo el Espíritu Divino el que permanece y Tú
desapareces en el silencio del amor.
Ruega para que en la presencia del Espíritu Santo,
reconozcamos que sin Dios nada somos y nada podemos; ruega para que Dios obre
en nuestro corazón como en el tuyo; ruega para que desaparezca nuestra pequeñez
y aparezca tu grandeza, al reconocer nuestra debilidad en presencia de Su Amor.
Por Jesucristo Nuestro Señor, Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo; como
era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos, Amén.
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