Don Orione, formando a los hijos de la Divina Providencia (religiosos, hermanas y laicos) tenia un punto de partida y de llegada inprescindibiles: la humildad. Insistía sobre este punto, juzgaba y también descartaba. Cuando decía o escribía de uno: “está lleno de sí mismo”, equivalía a juzgarlo no ser idóneo para entrar entre los “pobres hijos de la Divina Providencia”.
Sin
humildad no hay confianza en la Divina Providencia. Sin humildad y confianza en
la Divina Providencia no hay Hijos de la Divina Providencia, en cambio,
protagonistas autocéntricos, eufóricos o...depresivos.
Entre los numerosos textos de Don Orione sobre el tema, transmito un pasaje de la carta dirigida al Padre Cayetano Piccinini, un pionero y de gran coraje: “San Cayetano, ves, porque fue humilde , fue también confiado en la Providencia de Dios, y por esto tuvo coraje para la caridad, porque su coraje tenía un buen fundamento, el fundamento de la humildad. Ah, vale más un grado de humildad que cien de fervor; la humildad es la más valiosa de todas las virtudes, porque es fundamento y base de todas las otras”[30].
Queridos cohermanos, en nuestro camino de cuidado y formación continua, la parte más importante consiste en librarnos del “yo, cargado de sí mismo” y de vanidades (“basura”[31] para San Pablo) para ser idóneos, capaces de ser un yo repleto de Dios, hijos de la Divina Providencia. Por otra parte fue ésta la simple y esencial pedagogía de Jesús y “Felices aquellos a quienes la palabra divina: ‘quien me quiere seguir, reniéguese a sí mismo’, ha traspasado los huesos y hasta la médula”[32].
El
yo repleto de sí mismo, de las propias cosas, de las propias ideas y
actividades, resulta un obstáculo imposible también para Jesús en su relación
con los fariseos, con el joven rico, con los invitados al banquete[33]. Por eso
Don Orione, retomando la palabra del Evangelio, exhortaba justamente: “Vigilen
sobre ustedes mismos y oren[34], y no suceda en los corazones de ustedes el
hecho de que permanezcan deprimidos por
la atmósfera baja y por las preocupaciones de la vida presente[35] y serán los
hijos de la Providencia!”[36].
Se trata, en otras palabras, como dice la Línea 4 del CG 13, de “redescubir la fuente de la revelación del amor de Dios, las razones fundamentales de la propia vocación y del propio apostolado”. A las Fuentes está dedicado el primer núcleo de decisiones de nuestro último Capitulo General, “para garantizar mejor la alimentación ordinaria, personal y comunitaria de la primera e insustituible fuente de la caridad: la vida de Dios” (n°1) También el cuaderno de la formación permanente del 2011 fue preparado con la intención de ayudar a ir con gusto a las fuentes de la vida de Dios.
Queridos hermanos, Hijos de la Divina Providencia, “nomen est omen”, en nuestro nombre está indicada nuestra vocación, la identidad y el estilo. Imitemos a Don Orione en el trato más íntimo de su personalidad: la confianza en la Divina Providencia.
Oh Divina Providencia, oh Divina Providencia!
Nada es más amable y adorable que Tú, que alimentas maternalmente el pájaro del cielo y las flores del campo: los ricos y los pobres! Tú abres los caminos de Dios y cumples los grandes designios de Dios en el mundo!
En Tí está toda nuestra confianza, oh Santa Providencia del Señor, porque Tú nos amas más que nos amamos a nosotros mismos.
No, con tu ayuda divina, no quiero indagarte más.
No, no quiero atarte más las manos.
No, no quiero deformarte más, sólo quiero abandonarme totalmente en tus brazos, sereno y tranquilo.
Haz que te asuma como eres, con la sencillez del niño, con aquella fe inmensa que no ve límites! ‘Fe, fe, pero de aquella’, de aquella del Beato Cottolengo, que encontraba luz por todos lados, veia a Dios en todos y por todos lados!
Divina Providencia! Divina Providencia!
Dame a mí, tu pobre servidor y reparador de zapatos, y a las almas que rezan y trabajan en silencio y sacrificando la vida junto a los pobres, aquella amplitud de corazón, de caridad que no mide el bien con el metro, ni con cálculos humanos, la caridad que es suave y dulce, que se hace todo a todos
Oh santa Divina Providencia!, ispiradora y madre de aquella caridad que es la bandera de Cristo y de sus discípulos; anima Tú, consuela y recompensa mucho en la tierra y en el cielo a cuántos, en el nombre de Dios, hacen de padre, de madre, de hermanos, de hermanas para los infelices[37].
[30] Lettera del 7 agosto 1922, Scritti 115, 12.
[31] San Pablo se havia “gloriado” de valores y también de justos títulos de satisfacción, “pero aquello que podía ser para mí una ganancia, lo consideré una pérdida a causa de Cristo … por el cual dejé perder todas estas cosas y las considero como basura, con tal de ganar a Cristo” (Fil 3, 7-8 ss). Basura no son sólo las cosas malas, sino también las cosas que no sirven y dejan poco espacio para “ganar a Cristo”..
[32] Scritti 50, 181.
[33] El Card. Jorge Bergoglio, retomando a De Lubac, la llama ‘mundanidad espiritual’ y la considera “el peligro más grandes para los hombres de Iglesia. La mundanidad espiritual es meter al centro a sí mismos. Es lo que Jesús ve concretado en los fariseos”; entrevista en 30Giorni, nov. 2007, p.21.
[34] Hace referencia a Mc 14, 38.
[35] Hace referencia a Lc 21, 34.36.
[36]
Carta publicada en L’Opera della Divina Provvidenza del 26.11.1899 y vuelta a
publicar, con retoques, el 28.11.1906. Don Gino Bressan hizo de ella un buen
comentario en “Messaggi di Don Orione”, n.3, 1970.
[37] Nel nome della Divina Provvidenza, passim, p.71-72.
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