LA SANTIDAD ES PRESUPUESTO Y CONDICIÓN FUNDAMENTAL DE LA MISIÓN
La misión "se arraiga y se vive ante todo en el estar personalmente unido a Cristo: sólo si se está unido a él, como el sarmiento a la viña (cf. Jn 15, 5), se pueden producir buenos frutos. La santidad de vida permite a cada cristiano ser fecundo en la misión de la Iglesia" (RM 77, Ad Gentes 36).
A nosotros religiosos se nos pide "La aportación específica que los consagrados y consagradas ofrecen a la evangelización está, ante todo, en el testimonio de una vida totalmente entregada a Dios y a los hermanos, a imitación del Salvador que, por amor del hombre, se hizo siervo" (VC 76).
"La santidad es un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia... No basta renovar los métodos pastorales, ni organizar y coordinar mejor las fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor agudeza los fundamentos bíblicos y teológicos de la fe: es necesario suscitar un nuevo «anhelo de santidad» entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana" (RM 90).
Son palabras claras que van al corazón de la misionariedad y que nos advierten de no confundirla con protagonismo humano y activismo. Existe un riesgo: “no se puede dar una imagen reductiva de la actividad misionera, como si fuera principalmente ayuda a los pobres, contribución a la liberación de los oprimidos, promoción del desarrollo, defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera está comprometida también en estos frentes, pero su cometido primario es otro: los pobres tienen hambre de Dios, y no sólo de pan y libertad; la actividad misionera ante todo ha de testimoniar y anunciar la salvación en Cristo, fundando las Iglesias locales que son luego instrumento de liberación en todos los sentidos. (RM 83).
Benito XVI ha iniciado poco menos de un año su ministerio petrino, pero no pierde ocasión para afirmar el fundamento místico (la Gracia - la acción providente de Dios) de cada empeño y acción pastoral de la Iglesia. En el año de la Eucaristía, sacramento de la íntima unión con Cristo, ha recordado que ella "es el centro propulsor de la entera acción evangelizadora de la Iglesia, como el corazón lo es en el cuerpo humano. El fuego del amor, que el Espíritu infunde en los corazones, empuja a interrogarse constantemente sobre las necesidades de la humanidad y sobre cómo responderlas, sabiendo bien que sólo quién reconoce y vive la primacía de Dios realmente puede contestar a las verdaderas necesidades del hombre, imagen de Dios." [ 1[
Juan Pablo II exhorto como Orioninos a "Hacer de Cristo el centro de vuestras existencias, el corazón del apostolado: éste es el compromiso misionero que os anima; éste es el programa apostólico que Don Orione ha conducido y que conserva todavía hoy, su plena actualidad." [2]
No hay comentarios:
Publicar un comentario