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BEATA ANA ROSA GATTORNO |
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BEATA ANA CATALINA EMMERICK |
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SAN JUAN DE DIOS |
SAN JUAN DE DIOS (1495-1550) dice: Son tantos los pobres que
aquí llegan que yo mismo, muchas veces, estoy espantado cómo se pueden
sustentar, pero Jesucristo lo provee todo y les da de comer. Como la ciudad
(Granada) es grande y muy fría, especialmente ahora en invierno, son muchos los
pobres que llegan a esta casa de Dios. Entre todos, enfermos y sanos, gente de
servicio y peregrinos, hay más de ciento diez. Como esta casa es general,
reciben en ella generalmente de todas enfermedades y suerte de gentes, así que
aquí hay tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos y, sin éstos,
otros muchos peregrinos y viandantes, que aquí se allegan y les dan fuego y
agua, sal y vasijas para guisar de comer. Para todo esto no hay renta, pero
Jesucristo lo provee todo
La vida de la BEATA ANA CATALINA EMMERICK (1774-1824) es un
milagro continuo de la providencia de Dios, que le hacía vivir en cada momento
de acuerdo a su voluntad. Ella tenía los estigmas de la Pasión de Cristo y
sufrió como alma víctima por la salvación del mundo. Y Jesús hacía milagros a
través de ella. Según nos cuenta en sus Visiones y revelaciones, muchas veces
su ángel custodio la llevaba, en bilocación, a lugares lejanos a través del
mundo para ayudar a personas que se encontraban en peligro de muerte o en grave
necesidad.
Sus relatos sobre la vida de Jesús y su Pasión y muerte,
siguen haciendo mucho bien y transformando la vida de miles de personas. Ella
se preocupaba mucho de los pobres y, aun estando enferma, procuraba, cuando
podía, hacer labores de tejido para darles a los pobres su valor. En una
ocasión, dice ella, el vizconde de Galen me obligó a recibir dos piezas de oro,
que debía repartir a los pobres en su nombre. Las hice cambiar en monedas
pequeñas y con el producto de ellas mandé hacer vestidos y calzados que luego
distribuí. Hubo una maravillosa bendición de Dios sobre esas monedas, pues
todas las veces que las distribuía en partes, volvía a encontrar las dos piezas
de oro en mi bolsillo y así las hacía cambiar de nuevo. Esto duró más de un año
y con ese dinero socorrí a muchos pobres .
La beata ROSA GATTORNO (1831-1900) cuenta que el 17 de junio
de 1890, mientras pagaba las cuentas, que eran muchas, me conmovía, porque el
dinero me crecía en las manos; siempre daba y éste se multiplicaba... El 11 de
abril de 1892, en la mañana, antes de salir de la iglesia, pedí a Dios me
ayudase con su providencia. Fui donde tenía el dinero que debía servirme,
sabiendo que faltaba mucho para pagar cierta suma. ¡Oh, sorpresa! ¡Abriendo el
cajoncito, encontré el dinero duplicado, más de lo que necesitaba! Arrojándome
a los pies del altar, se lo agradecí con toda la fuerza de mi alma... Tuve que
hacerme gran violencia para que no se dieran cuenta las demás del consuelo que
experimentaba .
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